Los mejores restaurantes de Chamberí

El empresario madrileño Sergio López, 20 años en el sector, abre su primer restaurante en España junto a Yolanda Nieto. Para ello ha confiado la carta a Troy Payne –su chef de confianza en proyectos emiratíes– y los jóvenes chefs Alejandro Martín y Francisco Javier Pajares. Tres espacios distribuidos en una zona informal de afterwork con mesas altas, una sala más sosegada y un salón privado con una larga mesa comunal. Y en el plato, color y exotismo. 

“... I’m gonna tell you all about how I love New England. It’s my favorite place”. Lo grabó el genial Jonathan Richman hacia 1976. Podríamos hacer los coros después de probar aquí la comida de aquella región, donde el bogavante, que traen vivo desde las costas de Maine, es la estrella. Recetas exclusivas y pan brioche casero para unos bocados fantásticos. Llevaos al amigo que busca nuevas sensaciones.

Ternera y cordero de calidad, en porcentajes bien gestionados, reinan en Shawa, donde se evidencia un esmerado trabajo de fondo. La carne reposa un día en una marinada casera, con una decena de especias, y el pan se hace a diario en un horno de piedra. Tarik, siempre afable y con el cuchillo afilado –nada de esas ruidosas máquinas para cortar masas informes de dudosa condición–, no suelta la receta de la salsa especial.

Hay ocasiones especiales en las que uno busca dejarse sorprender con algo diferente. Celebrar, brindar y disfrutar de un menú largo y estrecho, sin renunciar a un ambiente íntimo pero que a la vez sea lo suficientemente relajado como para poder dejar el corsé en casa. Y además, que no te de un infarto en el ‘momento cuenta’. Condiciones, todas, que reúne este restaurante. 

Abrió a principios de 2018 y, en apenas un par de meses, reinventa el espacio para ampliarla propuesta debido a su gran acogida. El público ‘foodie’ de Madrid aplaudía rápidamentela llegada de Mawey, una taquería mexicana moderna en pleno Chamberí que, a golpe derecetas llenas de sabor, buena coctelería y precios contenidos, se ha hecho un hueco entrelas pistas gastro más recomendables de la zona. 

“En dos años se quedó pequeño nuestro espacio en el mercado (La Chispería). Ahora somos ocho personas y desde que abrimos ha sido una lucha constante. Tenemos la habilidad innata de complicarnos la vida”. Lo dice sonriendo Sergio Mange, chef y copropietario de esta nueva y más que suculenta taberna de puerto, una barra y un comedor que viven por y para la temporada.

Los muy esmerados y despiertos Riccardo y Vittorio dieron carpetazo a su vida anterior para abrir esta acogedora y popular pizzería napolitana. Ya han conquistado a medio barrio con su cadenciosa banda sonora italiana, sus masas ligeras y alternativas (de larga fermentación, integrales, 5 cereales, semillas) y su horno de piedra refractaria que mantiene todas las dinámicas y virtudes del de leña. Firme y gustoso presente, futuro prometedor. 

César Anca se ha hecho grande en Alicante, donde gestiona y mantiene el prestigio y la popularidad de varios espacios, pero ha decidido volver a casa. A Madrid. A Chamberí. Y, como no podía ser de otra manera, su recién estrenado local, dividido en varias zonas según la formalidad que vayas buscando, tiene tanto de castizo como de mediterráneo. Puedes venir simplemente a desayunar o a por un menú de mediodía de dos platos+postre pero donde se despliega todo su equipaje es en el Gastronómico.

Ensalada de queso de cabra y mango, solomillo con foie, hummus, gamba en tempura de coco, torreznos, canelón de cigala, korean fried chicken o merluza teriyaki… Con estos platos es fácil hacerse una idea del espíritu que atraviesa su carta; navega entre clásicos para compartir y algunas recetas propias con alma viajera. La discoteca Gatsby es ahora el nuevo proyecto de Rafa Santos (grupo Gamchulo), abogado con un pie en los fogones.

Aquella taberna, siempre concurrida, siempre un acierto, en una minúscula calle a espaldas del Reina Sofía tiene ahora, por irreal que suene, un hermano mayor. Justo donde Ponzano pierde su nombre (pero no el eco de fenómeno gastro), doblando la esquina con Raimundo Fernández Villaverde, Rebeca Hernández (pasó por TopChef pero ya era top antes y lo es después) y Marta Gutiérrez han abierto un local muy distinto y a la vez parecido a aquél.

Todo resulta agradable desde que cruzas la puerta. Apenas te has sentado alguien se acerca con un carrito tentador. Vinos generosos, vermús y demás para abrir boca. Hojeas la carta mientras llega el aperitivo. Todo apetece. Ahí continúa ese gran hit de la casa –patatas revolconas con mollejas y papada-, las sugerencias de la temporada y una veintena de platos que, gracias a sus medias raciones, permiten elegir tu propia aventura para recorrer la sobresaliente y pulida cocina de César Martín.

Esta restaurantito está en boca de todos los mejores paladares de la ciudad. La muy querida Julia Bombín es la artífice de esas portentosas verdinas, de ese bonito con tomate, de las carrilleras al vino tinto, del flan de queso... La esplendorosa oferta se extiende también a su bodega, ilustre como pocas en la capital, más aún si apreciamos la humildad que viste este espacio. 

Es uno de los restaurantes vegetarianos más conocidos de Madrid. Cuenta con un amplio comedor y una carta que va variando. Solo sirven alimentos integrales o biológicos y que no han sido sometidos a ningún proceso de manipulación o conservación artificial hasta llegar al cliente para que conserven toda la riqueza de sus nutrientes.  

Abierto en la primavera del año pasado, la suya es una bien trabajada línea que equilibra tradición y contemporaneidad con sobrados méritos y meditado academicismo. Elegantes maneras visten la sala (acogedora atmósfera) y la propuesta con la que seduce un talentoso Mario Vallés (cocina a la vista). Bogavante con kumquat, hinojo asado y jugo de pollo o molleja de ternera en yakitori con garbanzos confitados en regaliz.

Podemos contar con los dedos de la mano (y quizás alguno nos sobraría) los españoles que dominan el arte y la pulcritud que exige el sushi. Pedro Espina es, sin pestañear, uno de ellos. Artes marciales, reiki y cocina se aúnan en su vida y su vida se destila en su restaurante. Armonía, respeto y sólida ejecución se funden en ese juego de sabores y texturas que harán vibrar a quien se acerque a su casa, un espacio de apenas cinco mesas y sin el rótulo en la puerta, que ya te da la medida del trato y privacidad que te esperan.

La historia de su propietario da para varias páginas. Ricardo Alexander tiene su propia banda de punk, ha tocado con Green Day y ha participado como especialista en decenas de películas de acción. Ahora se ha pasado a la gastronomía y ha ideado un local protagonizado por la siempre atractiva cocina tailandesa. Ambiente animado, callejero, y servicio ágil para unas simpáticas raciones de noodles, curries o brochetas. Entre sus platos destacados, el mítico pad thai.

El comprometido hostelero Carlos Zamora suma y sigue. Su última apertura ha sido este cómodo local donde replica algunas de las fórmulas que han hecho fuerte su marca. Léase, unos proveedores artesanales, casi amigos, comercio justo, vinos naturales… Todo eso que rezuma amor por las cosas bien hechas, por la tierra, por el sabor, por lo sencillo. Cocina madrileña internacional. Así definen su carta. Y no mienten.

Interiorismo, comida, servicio… Un concepto tan pensado y tan atinado que conquista a cualquier hedonista culinario que se precie y al que no le importen ciertas apreturas y comer en sillas altas o directamente de pie. Producto de la mejor calidad apenas trabajado (con la leve compañía de una salsa original y efectiva) y una bodega con una veintena de referencias. Haces el pedido, das tu nombre, te haces con los cubiertos necesarios (colgados del techo) y a disfrutar de lo que va saliendo. 

Ya no en cada barrio, que quizás lo haya, sino en el radio de acción de cada parada de metro. Ahí, en ese puñado de manzanas tendría que haber un restaurantito como el que hoy traemos aquí. Uno sin apenas presupuesto para el interiorismo (es cada vez más difícil cruzarse con una decoración humilde ante tanto interiorismo deslumbrante, “instagramero”; a veces se justifica y/o se apoya en una cocina de nivel y a veces es pura fachada) pero con una más que suculenta propuesta donde toca: el plato.

Como en los tráilers cinematográficos. De los creadores de La Gabinoteca, Tatel… llega ahora una carta que tiene en lo natural su centro neurálgico. La carta, que han diseñado Nino Redruello y Patxi Zumárraga (Grupo La Ancha), cambia a diario sobre las líneas de la sencillez, lo saludable y el respeto por el producto. Slow food en clave contemporánea. Igualmente, como parte ya de su sello de identidad, no sólo buscan sorprender con los platos sino aportar algo más a la experiencia de ir a un restaurante.

Una familia numerosa, una pareja moderna, un ejecutivo solo, tres amigos… Jugaba el Real Madrid (siempre buen momento para cenar fuera de casa), en el comedor superior había varias mesas para elegir, sonaba Eros Ramazzotti y otras canciones italianas*. Todo bien, todo cómodo, todo fácil. Para todos los públicos. Así nos pareció a priori y así fue a posteriori. Por suerte, la conversación se impuso pronto al hilo musical.

Hasta chefs con estrellas Michelin paran por este local de tapeo lúdico pero con sentido y producto. Un sitio que no defrauda, un éxito ya consolidado (de hecho, la propuesta ha salido fuera de nuestras fronteras, han abierto sucursal en Atenas) y apadrinado por la solvencia del chef Nino Redruello (La Ancha y Las tortillas de Gabino). Dosis de creatividad dentro y fuera del plato para ambiente distendido –idóneo para compartir con amigos-. Un lugar que se convierte fácilmente, parafraseando al cantautor Antonio Vega, en el sitio de tu recreo.

Con una elegancia de otra época –la de tiempos aristocráticos en ciudades como París o Viena- ha abierto sus puertas esta brasserie comandada por el chef Mario Valles (Hortensio). Y ese clasicismo, esa presencia distinguida también llega al plato: ensalada de lentejas de Puy, confit de pato y orejones, carbonara de calamares, lenguado Meniere, milhojas de crema… Pero también juegan en el presente.

Puede que se trate de uno de los restaurantes más completos y exquisitos de Madrid (por tener tiene hasta una pequeña biblioteca). El joven chef Javier Aranda se encuentra tras los fogones de este establecimiento, galardonado con una estrella Michelin. Junto a él, su equipo, que también rezuma juventud, está especializado en una refinada cocina de mercado, donde se miman las materias primas de temporada.

Tras su paso por Kabuki, Mario Payán se lanza a la aventura en solitario como máximo responsable. Tablas le sobran. Precisión y técnica, fundamentales para japoneses de altos vuelos, también. Hablamos de uno de los mejores sushiman de este país. El respeto por la tradición, por los sabores nítidos es encomiable en esta casa. Fusiones las justas. Por sus niguiris les conoceréis que diría aquél. Esa es la sección más sobresaliente de su menú degustación. Cocina omakase.

Tras alguna semana de retraso (lo que no termina de llegar de Japón, lo que falta por instalar…), por fin a finales del año pasado llegó la aventura de Hiroshi Kobayashi (Miyama y otras notables experiencias capitalinas), compartida con Masahito Okazoe (él nos trajo aquí Izariya). Vamos, que el ADN es 100% nipón y la inmersión que quieren provocar en el comensal es tal que, como ocurre en muchas izakayas y locales de ramen de por allí, todo el equipo te recibe (“irasshaimase”) y se despide (“arigato gozaimasu”) elevando la voz al unísono.

Apostaron todo al humo y el humo se hizo carne.Un nuevo viaje al corazón más carnívoro de Estados Unidos. Eso es lo que nos sirven en bandeja (literal, sin manteles, comida sobre papel y listo) los chicos de Mad Grill y Mad Café desde hace un par de meses. Estos jóvenes y meritorios emprendedores, de evidentes filias norteamericanas, acaban de abrir su nuevo proyecto.

Julio (Yong Ping Zhang) cabalga de nuevo. Pero lo suyo está en las antípodas de ser un western desértico en blanco y negro. Lo suyo es CinemaScope y colores vivos. Como el Guadiana, Soy Kitchen acaba de reaparecer en nuevas coordenadas. Le perdimos la pista en la plaza de los Mostenses (para sobrellevar el impass nos dejó Lamian, ramen y otros bocados espléndidos pero un proyecto menor) y ahora surge, como casi todo últimamente, en Chamberí.

Vaya por delante. Cenamos lo que cenamos pero, como el Barça o el Real Madrid, los chicos de Bacira pueden tirar de carta (bien compensada y atractiva en opciones) y hacer dos plantillas completas sin perder ninguna de sus virtudes, sin que el juego apenas se resienta. Se quedaron para próximas visitas (que las habrá a la mínima oportunidad) la carrillera de cerdo ibérico, el tiradito de vieras, el plato de setas que manda la temporada y su versión del Drácula, aquel helado de nuestra infancia.

De granjas francesas, españolas y en un futuro próximo de la suya propia se provee el nuevo proyecto de la pareja Erika Feldmann e Ignacio González-Haba (Montana, La Lumbre). Granjas éticas y sostenibles traen a las mesas de esta espléndida rôtisserie una excelente variedad de aves de corral. Una especialización y oferta únicas en la ciudad: coquelet, perdiz, pichón, oca, cordoniz…

Una propuesta viva, estacional, basada en producto gallego, que une la vanguardia y los guisos tradicionales en un comedor aburguesado, placentero, de vigas de madera y ladrillo visto. Manuel Domínguez prepara una experiencia completa a través de un menú degustación cerrado con el maridaje de cinco vinos (78€) que en 2015 le valió su primera estrella Michelin. Desde esta cumbre de su creatividad, puedes ir bajando por la carta y recorrer, incluso a través de medias raciones su zona de barra, su filosofía.

En LA tendencia –sí, la de los restaurantes de cocina fusión- caben incontables mixturas culinarias, muchos restaurantes, pero como cantaban The Smiths, “some girls are bigger than others”. Lo dicen ellos mismos. “Same, same but different”. Jaime Renedo (Asiana) -no es un advenedizo sino todo lo contrario- y su socio Francois Polawsky, los nombres detrás del nombre, dejan implícito en el enunciado a su predecesor, el exitoso y céntrico Pink Monkey.

Un espacio humilde, con mesas de un blanco casi recién pintado, con una planta allí y otra allá, dos alturas (y terraza con buen tiempo), azulejos de varios motivos decorativos, barra corta y cocina vista... Un sitio apañado, vaya. Con las comodidades justas (esa mesa junto a la puerta… ejem) en la parte baja –mejor arriba- pero con un servicio atento, diligente y sobrado de amabilidad. En Cádiz el bache es un local pequeño donde se sirve alcohol, que suele acompañarse de alguna tapa y pescaíto frito.