Como en los tráilers cinematográficos. De los creadores de La Gabinoteca, Tatel… llega ahora una carta que tiene en lo natural su centro neurálgico. La carta, que han diseñado Nino Redruello y Patxi Zumárraga (Grupo La Ancha), cambia a diario sobre las líneas de la sencillez, lo saludable y el respeto por el producto. Slow food en clave contemporánea. Igualmente, como parte ya de su sello de identidad, no sólo buscan sorprender con los platos sino aportar algo más a la experiencia de ir a un restaurante. Y ahí entran en juego las dos grandes mesas corridas que ocupan la sala (sin reserva y con ese punto social y de tono emocional que viene del norte de Europa y que han querido imprimir tanto a lo culinario como al interiorismo). También hay una mesa semi privada, la que llaman “mesa instagram”, a un pie de la cocina.
La oferta es muy dinámica pero hay algunos clásicos que se han pegado a la carta. Y es que lo que funciona... es difícil de quitar. Hablamos del paté de la casa, los garbanzos con cigalitas, el calamar a la parrilla, la lubina confitada, la tarta de tres quesos... Elaboraciones que siempre van a encontrar un perfecto aliado en su bodega, compuesta por una veintena de referencias alérgicas a los caminos trillados. Además aquí, algo muy excepcional, puedes pedirte cualquiera de ellas por copa. O también puedes brindar con alguna de sus jarras para compartir (sangría, limonada, michelada, rebujito), con un vermú o su propia versión del Jägermaister... Todo casero, todo artesanal. Hasta con el café han seguido un riguroso seguimiento de todos los procesos. Un espacio/concepto cuidado de principio a fin.