Una familia numerosa, una pareja moderna, un ejecutivo solo, tres amigos… Jugaba el Real Madrid (siempre buen momento para cenar fuera de casa), en el comedor superior había varias mesas para elegir, sonaba Eros Ramazzotti y otras canciones italianas*. Todo bien, todo cómodo, todo fácil. Para todos los públicos. Así nos pareció a priori y así fue a posteriori. Por suerte, la conversación se impuso pronto al hilo musical. A pie de calle, una amplia zona de barra, más que apetecible a la hora del aperitivo/afterwork, buen momento para sacarle el mayor partido a su tan atípica colección de grifos, cargada de vinos transalpinos, jóvenes, biodinámicos, sencillos pero sugerentes. Un spritz y un arancini del día tampoco suenan mal como picoteo.
Interiorismo en rojo, blanco y negro, de líneas rectas y sobrias, y mobiliario oportuno para esta nueva propuesta informal comandada por los propietarios de Mercato Ballaró, que se hacen fuertes en esta zona de Chamberí , donde no paran de sumarse novedades. Aparte de la experiencia hostelera de Angelo (siliciano y capo culinario del restaurante), su punto fuerte es el horno de leña. De ahí salen pizzas de dos tamaños (un acierto eso de no cerrarse a unas dimensiones únicas; otro guiño, como el de los vinos, para animar al cliente a probar, convencidos como están de la calidad de lo que se traen entre manos). Dos tamaños -pequeña (que no lo es tanto) y normal (para compartir entre dos)- con esas combinaciones que resultan apetitosas y esos ingredientes que marcan la buena dirección: jamón San Daniele, speck ahumado, ricota de búfala… Los niños de la familia no se daban un respiro. El padre tampoco. Las pizzas, valor seguro. Nuestra parmigiana con burrata de entrante, también.
Casi una docena de platos de pasta. Entre lasaña de ibéricos y tagliatele con codorniz y trufa, hay opciones más llanas pero realmente sabrosas. Probad sus linguine carbonara de cerdo negro o si sois amigos del picante en punto óptimo su caserecce alla diavola. Hay otras curiosidades en la carta para los más familiarizados con la gastronomía italiana: falso calzone de calamares fritos o rigatoni con atún de almadrana al estilo de las islas Eolie.
Vengan cuando vengan y vengan con quien vengan, resultará una elección más que convincente. Saldrá satisfecho. Hay criterio, matices en las elaboraciones, un servicio amable, precios ajustados y un puñado de botellas seleccionadas acordes a la oferta.
*Aunque lo de Premiata Forneria en su nombre sirva de homenaje encubierto a aquella banda de rock progresivo famosa en los años 70 (incluso fuera de Italia), lo que descarga el hilo musical es harina de otro costal.