Mar Salada es el hermano pequeño del famoso restaurante Can Ros y un triángulo bien definido: Marc Singla (chef), Albert Enrich (pastelero) y Marta Cid (sala). Si vais desesperados buscando arroces auténticos por la Barceloneta, ¡stop! Aquí hacen uno de los mejores de la ciudad. Cada día van a buscar a la lonja el pescado que sirven, y al mercado, lo que necesitan para seguir sorprendiendo, aunque algunos platos como la ensalada de pulpo, el risotto con base de suero de parmesano, el cheesecake con mango y la espuma de crema catalana son unos constantes de la carta. Se nota que el chef, Marc Singla, trabajó en el Bulli.
En la Barceloneta hay dos de las playas más emblemáticas de la ciudad: la de la Barceloneta y la playa de San Sebastián. Pero hay mucho más, por supuesto. Las cerca de 70 hectáreas que existen entre el mar, el Moll d'Espanya, la Ribera y el Puerto Olímpico, condensan cientos de buenos restaurantes, bares, tiendas, plazas, mercados y rincones que configuran, en buena parte, el carácter de la ciudad.
En 1992, cuando Barcelona acogió las Olimpiadas, la ciudad empezó a prestar atención a este barrio que hasta entonces había sido bastante ignorado por la administración. El cambio trajo mejoras estructurales pero, como ocurre a menudo, también propició que la Barceloneta perdiera parte de su autenticidad hecha de vida en la calle y de alegría sin normativa y que se convirtiera en una golosina para la especulación inmobiliaria.
Hoy la Barceloneta conserva el espíritu de pueblo de pescadores. Las casas bajas permiten que el sol penetre las calles –una solución para luchar contra la insalubridad en el siglo XVIII– y hacen olvidar que si giras la espalda al mar, te encuentras la urbe. Las grandes superficies no acaban de entrar y el pequeño comercio todavía resiste.