Los mejores restaurantes del Born

El 7 Portes es uno de los restaurantes más antiguos y emblemáticos de Barcelona, ​​conocido por su excelente cocina tradicional. Aunque a menudo pasa desapercibido para los barceloneses, sigue siendo un referente en la gastronomía de la ciudad. Escoger el plato más representativo es difícil, ya que su oferta incluye desde canelones trufados de fiesta mayor hasta arroz y paellas. Además, platos aparentemente sencillos como los buñuelos de bacalao se convierten en auténticas delicias. Comer permite disfrutar tanto de su magnífica cocina como de la elegancia. Id para experimentar la monumentalidad del espacio y la excelencia del servicio.

En su origen un restaurante argentino, Arcano es ahora un restaurante catalán y barcelonés centrado en la cocina a la brasa y especializado en carnes premium. Así, son famosos su entrecot de ojo de bife y su solomillo angus, dos cortes argentinos que el comensal puede combinar con acompañamiento al gusto. Pero también son muy populares su tártar de angus o la pluma ibérica con crema de cacahuetes y boniato ahumado.

La reverencia por la religión del barril y la presión vecinal llevaron a los gemelos Colombo, propietarios del restaurante Xemei, a combinar una tienda de vinos en la entrada con el mantenimiento de una barra de vinos a granel y botas. Con unas ¡2000 referencias de vinos! todos ecológicos o biodinámicos de todo el mundo, sin ningún tipo de química o aditivo, y a precios ni caros ni baratos, en una franja muy interesante. Una taberna de estilo antiguo que vende vermut, de grifo. De la pequeña cocina del bar salen platos de poca temperatura: ahumados, macerados, curados y marinados. Maridajes brutales. Para comer, es necesario reservar. Por sólo beber, no.

Nada más entrar ya apetece quedarse; techo de bóveda, mesas altas, mobiliario de madera y, sobre todo, esa barra de mármol llena de delicadezas, que es una maravilla. Platos del día, tapas y platillos clásicos y de impecable factura son la máxima representación del local. Es pecado no probar las croquetas de calamar con tinta, el canelón de la casa y el crujiente de rabo de buey con foie. La carta, con vinos catalanes e internacionales, tiene botellas que cuestan encontrar en otros lugares. Referencia a la ciudad y fuera por su cuidado del producto y un trato que enamora; siempre con una sonrisa. Veréis turistas cargados de paciencia porque el Pla hace tiempo que es un fijo en las guías de Barcelona.

Los propietarios de Piel de Gallina, un grupo de chefs-empresarios que de cocina saben un montón, han transformado un local de pollo frito en la calle Carders en un bar de tapas tradicional como un toque moderno. Martín Pimentel lidera este proyecto, que busca crear una experiencia emocional en la que el cliente conecte con la comida y el servicio. Pese a parecer poco auténtico para algunos, el restaurante destaca por huir de los tópicos con una cocina de sofrito y platos de bar actualizados, como calamar con kimchi o trinchado con espigales y torresnes. Además, ofrecen platos clásicos como croquetas de gamba y tarta de formato de miel y requesón.

Escondido dentro del mercado de Santa Caterina hay un tesoro que se conserva con el paso de los años. El Bar Joan, una perla en forma de restaurante donde podréis disfrutar desde un fabuloso capipota para el desayuno hasta un bocadillo de chistorra que os volverá a la vida. Amabilidad y trato cercano detrás la barra, como si los conocierais de toda la vida, ¡vaya! Sumadle buena cocina catalana y ... ¡nada más reconfortante! Al mediodía deberéis hacer cola.

Maestros de la parrilla vasca, en Cadaqués encontraréis “un fuego diferente del vasco y una aproximación radical al arroz”, dice el cocinero y director de Sagardi, Iñaki López de Viñaspre. Radical porque los seis arroces de la carta "se hacen desde cero, con fuego de cepas o chopo, y ningún otro sitio en Barcelona hace eso". El otro puntal de la carta, claro, es el mar y montaña y el platillo (¡que no es un plato pequeño! ¡Las raciones aquí y en el Empordà son de vida!). Clásicos como las albóndigas con sepia y los pies de cerdo rellenos con butifarra de perol y gambas son cocina analógica contra lo virtual y digital.

Desde principios de los años 90 que en Barcelona nos puede dar un arrebato y decir, con los ojos iluminados y el bolsillo agujereado: ¿vamos a Cal Pep? La alegría es instantánea. Cuando el vaivén de locales que abren y cierran es el pan de cada día, es un gusto poder volver a aquellos restaurantes que nos han hecho felices, como este, que ya hace más de treinta años que nos ofrece su barra alargada, su cocina franca y exquisita, sus clásicos que nunca fallan. ¿Que no has ido, que no lo conoces? ¡Pon remedio!

Abierto en 1944 por la familia gallega Millán, este restaurante marinero satisfizo el apetito de muchos pescadores y trabajadores portuarios a base de caldo gallego, sopa de pescado y sardinas a la brasa. Casi setenta años después, se traspasó a un cliente de toda la vida. Éste preservó el aire familiar del establecimiento y apostó por la continuidad; gambas de Vinaròs, mejillones del delta del Ebro, langostinos de Palamós, caracoles punzantes, cangrejos, almejas, navajas, ostras y percebes de la costa gallega.

Carmina es el nuevo restaurante que ocupa el espacio de la antigua fonda Senyor Parellada, cerrada a causa de la pandemia después de casi 40 años como referente en el Born. Reabierto por el grupo restaurador Isabella's, mantiene su belleza original con una elegante barra central en el patio interior. El chef Josep Maria Massó ofrece una cocina tradicional modernizada, con platos como el 'fricandó' con setas, el arroz de montaña o las alcachofas con romesco, pensados ​​para atraer a las nuevas generaciones. Sirven desayunos de tenedor, almuerzos y cenas, y está abierto todos los días del año.

En el Costa Pacífico encontraréis algunos de los mejores cebiches de la ciudad en un local alegre y bien decorado sin pretensiones, bien iluminado y muy bien atendido. La elección del pescado y la sabia maceración, las combinaciones, el original juego de las especias y el añadido mágico del picante hacen de su cebiche clásico uno de los más valiosos de Barcelona. Este restaurante es uno de los pocos mexicanos de la ciudad condal dedicado a la cocina marinera de este gigante de la gastronomía. 

Mama Gorda es un restaurante de bocadillos gourmet situado en la calle Princesa, gestionado por tres jóvenes cocineros: el italiano Simone Nizi y los hermanos argentinos Leonardo y Diego Amico, que se conocieron trabajando en un restaurante de Francis Mallmann. Fusionan tradiciones culinarias italoargentinas con un concepto de comida callejera de autor, con una carta corta pero de gran calidad, donde todos los ingredientes son caseros excepto el pan. Ofrecen bocadillos que varían según la temporada, destacando el de cebiche del día y el de panceta teriyaki. A precios asequibles, sirven también croquetas de berenjena y empanadas de ternera, con un toque original y sabroso.

En cuatro palabras; la 'izakaya' del Tragaluz. En los fogones, el joven Àlex Vall de 28 años. Pregunta: ¿Qué puede salir mal cuando pasas tus años formativos codo con codo con Hideki Matsuhisa del Koy Shunka? Respuesta: Nada. Bar de sushi y robata (parrilla de carbón) abiertos a la vista. Veinte platos, wok, plancha, tres postres (dos helados y un coulant) y seis tipos de sake. Servicio eficiente que sabe aconsejar; escuchadlo. Es un izakaya, por tanto, las raciones son pequeñas. Iconos de la comida callejera y de taberna. Es necesario reservar.

Este pequeño local cerca de Santa María del Mar se transforma en un homenaje diario a la mejor materia prima procedente del puerto de Roses de la mano de la quinta generación de la familia Gotanegra, de esta localidad. El chef Rafa Zafra, de la escuela elBulli, y por tanto muy conocedor de estos productos, ofrece "pornococina" de esta materia en versión marinera: recetas sencillas que respetan al máximo un producto extraordinario. Desnudar el pescado, podríamos decir. ¿Queréis ejemplos? Probad unos sensacionales chipirones fritos acompañados de gota negra (mayonesa y tinta), o unos camarones de Roses cocidos al vapor de algas. 

¿Queda algo por hacer, en la sobreexplotada afición de las hamburguesas? ¡Sí! ¡Volver a la simplicidad! La 'smash burger' es una hamburguesa que, en contraposición al lujo acumulativo desencaja-bocas a 15 euros, es una simple bola de carne picada que se aplasta a la plancha en el momento de la cocción y lleva pocos ingredientes en panecillo. La fórmula es tan sencilla como efectiva; 120 gramos de ternera con pepinos en vinagre, cebolla, queso, mostaza y salsa inglesa. El Fast es un 'dinner' minimalista; sólo se sirve la cheeseburger, un bocadillo de pollo y patatas fritas (y los viernes, solomillo de pescado rebozado).

Restobar de sandwiches, hamburguesas y bocadillos artesanales. Destacamos la hamburguesa de ternera con queso gouda, beicon, lechuga, mermelada de cebolla y arándanos, o la vegetariana de lentejas, queso Monterrey Jack, tomate, aguacate, cebolla confitada y mayonesa de zanahoria. Si venís famélicos, pedid unas bravas para picar mientras os esperáis. Atención porque hacen las patatas en el horno sobre una cama de sal gorda, las deshidratan y las fríen ligeramente. Tremendamente crujientes. 

Tenemos bastante oferta de cocina de mercado, pero no siempre se hace con personalidad y originalidad. En una menestra de vainas del Fismuler hay algo más que unas vainas, o en unas alitas de pollo con yema, boniato y trufa. El concepto tiene mucho que ver con explotar los sabores de la sencillez, apostando por los productos de proximidad y de calidad. ¿Un ejemplo de comida? Primero, lentejas con tocino y cigalas pequeñas. De segundo, dorada con toques de almendra y uva tinta. De postre, uno de los mejores pasteles de queso del mundo, con manchego, cabrales, camembert, gouda y pecorino. Tres ex-elBulli tienen la culpa.

Es toda una garantía saber que tras un local asiático está el británico Gilles Brown, copropietario del Mosquito y el Red Ant. Su aproximación a la gastronomía del sureste asiático es metódica y obsesiva con la calidad. El Grasshopper Ramen es todavía más pequeño que el Ramen Ya Hiro: una pequeña barra baja con capacidad para quince comensales dispuestos a disfrutar un buen cuenco de ramen. También elaboran sus propios fideos, añadiendo 'kansui', una solución alcalina para que el agua tenga una propiedad similar a la de Japón (y la pasta sea elástica y absorbente). Tienen los tres 'taros' (miso, soja y marisco) y también un ramen vegetariano.

El grupo restaurador Sagardi e Hideki Matsuhisa, de la estrella Michelin Koy Shunka, han inaugurado frente a Santa Caterina Ikoya, la izakaya (taberna japonesa) que el chef nipón había soñado siempre. Ikoya es un espacio monumental equipado con una 'robata' –parrilla japonesa– donde Matsuhisa ejecuta la visión del Mediterráneo nipón que le llevó a ser el primer japonés Michelin. A la brasa, lenguado batashoyu –con soja y mantequilla– con guisantes, tataki de vaca vieja que se derrite en la boca o un tártaro de atún con virutas de queso azul cantábrico que desmiente el tópico de que pescado y queso son maridaje imposible. Tienen una de las mejores bodegas de sake del país.

Otro rincón bien guardado del Born: el Joanet. En este restaurante, con más apariencia de bar de barrio que de local 'cool' como los que abundan a su alrededor, te cuidan y te miman como nunca: pescados a la plancha, carnes de calidad, verduritas... sin demasiadas filigranas, pero perfecto para al mediodía de cualquier día laborable en que después hay que volver al trabajo y, a ser posible, sin un peso en el estómago que te impide seguir adelante. El menú perfecto para guardar la línea, vaya. El comedor está lleno de 'working class' que encuentra un refugio en la comida casera y en la terraza os sentiréis como en el café del pueblo. Las tardes de los fines de semana ofrecen tapas hechas con amor, como las de los bares de toda la vida.

Conquistaron a los amantes del ramen en el Gòtic con el Koku Kitchen (Carabaza,19), y desde el 2016 hacen lo mismo en el Born con un local mucho mayor de dos plantas. La inferior, decorada como si fuera una estación de metro, está dedicada a glorificar a los fideos con caldos japoneses, mientras que en la planta que da a la calle también ofrecen otras maravillas asiáticas, como gyozes, 'buns' y 'baos' (panecillos asiáticos) rellenos de delicias como tempura de gambas o pollo rebozado. Su 'banoffee' es pura lujuria: una cama de galleta salada, compacta como un lingote de oro, y cubierta por una capa de plátano laminado que se deshace en una salpicadura de toffee.

En una típica calle estrecha del Born, hay bien escondido un pequeño restaurante íntimo y acogedor llamado La Cua Curta. Es de Adrià Nieto, ex-Soho House. Primero fue de sus abuelos y después de sus padres, y ahora él le capitanea junto con Inés Müller. Ofrecen ensaladas curradas, tablas de quesos y embutidos, carpaccios y patés caseros –de roquefort y trufa, o de escalivada con anchoas, por citar dos–. Pero, sobre todo, fondues; la clásica de emmental y gruyère, una segunda a la que se le puede añadir un tercer queso de la carta o una tercera que incluye un toque especial (setas, sobrasada, frutos rojos o jamón ibérico). Para mojar: pan, crudités o fruta.

El local es hermoso y con un menú de mediodía irresistible. Éste podría ser un resumen de Le Cucine, un italiano que hace honor a la cocina de toda la vida, bien hecha, un restaurante que nos es familiar. Gracias al aprovisionamiento de buenas materias primas, muchas importadas de Italia, el restaurante puede presumir de platos como la lasaña, la pasta 'casarecce' con crema de huevos y los ñoquis con tomate, ricotta y berenjena. Los italianos tienen la mano rota en los postres, que tienen la dulzura de las familias bien avenidas, así que no os dejéis de probar delicias como la 'cassata' y la pannacotta.

Hace años que ejerce de faro gastronómico del entorno del mercado del Born un restaurante asturiano-catalán, donde las habas y cabrales se unen al mar y montaña o la butifarra. En la carta sólida podréis encontrar fabada asturiana (¡claro!), lubina con sanfaina, pil-pil de pimientos del piquillo y miniverduras, y solomillo de vaca con crema de cabrales, yuca frita y puré de manzana, por ejemplo. ¿Y de postre? Sorbete de sidra, manzana y mandarina. La carta líquida os hará muy felices; la selección de vinos es de las mejores del barrio. En ella veréis una sección bautizada como 'eno-boges' en las que las principales enólogas de España son las protagonistas.

La recuperación de platos telúricos de la tradición mexicana pasados ​​por la criba de las técnicas de vanguardia es el leitmotiv de Joan Bagur, chef con raíces menorquinas pero con años de experiencia en México. Entre los platos estrella, hay que reivindicar el pulpo 'tatemado' y el mole con pollo de El Prat. Cabe mencionar las tortillas y el guacamole preparado en la mesa, entre otros. Oaxaca también puede presumir de una mezcalería con más de 200 marcas, y una atractiva decoración con cuero, madera y acero como elementos predominantes. ¿Sabías que tienen su propia huerta mexicana? Cada día traen al restaurante lo que cultivan ellos mismos cerca de Barcelona.

En el Murivecchi, tanto se puede apostar por la pizza como por el resto de la carta, que incluye todo lo que debe tener un restaurante clásico italiano. Como entrantes no faltan las clásicas ensaladas ni 'antipasti', pero también llaman la atención platos originales como la tortilla 'alla carbonara' con patatas paja, 'guanciale', pecorino romano y crema de tartufata. De principales, pasta (seca y fresca), ñoquis, risottos, carnes y pescados. Hablemos de sus pizzas, que es lo que les ha dado fama desde que abrieron el restaurante hace 20 años. Fermentan la masa durante 72 horas y la hornean con un golpe de calor de 90 segundos. Tiene dos tipos; con tomate San Marzano o blancas. Ofrecen un menú de mediodía a 16,9 euros que vale la pena.

N.A.P es el acrónimo que responde a las siglas de Neapolitan Authentic Pizza. El propietario, Antonello, nos explica que su intención es "trasladar aquí la pizza napolitana con los precios de allí". Ha seguido obsesivamente los requisitos de la DO –horno de leña, tiempo de cocción, harina y tomate italiano– y el resultado es una pizza superlativa y barata en un lugar reducido, algo ruidoso y lleno de juventud italiana. Tienen otros dos locales; uno en la Barceloneta (Baluard, 69) y otro en Sant Antoni (Paral·lel, 94).

Un lugar con carisma: en el Passadís de Pep podrás comer una cocina marinera con la mejor materia prima posible, que cocinan con sencillez y maestría. El trato tiene la calidez de una casa de comidas con las prestaciones de la alta gastronomía. Este restaurante lo abrió Joan Manubens en 1980, y se accede desde un pasillo junto a un cajero automático. La fachada del lugar, que tiene tan poco ceremonial como mucho misterio (¡es pionero de los restaurantes escondidos!) no ha impedido que por ahí pase la realeza de Hollywood a disfrutar de una cocina que va directo al sabor del mejor producto, con platos como la lubina salvaje a la plancha con ajos fritos.

La cocina abierta, totalmente tradicional, está dominada por un horno de leña hecho a medida, un ingenio que rinde homenaje a los grandes maestros napolitanos. Allí cocinan con paciencia y sin prisas las diferentes partes del cerdo marinadas y asadas, cada una en su punto justo para poder disfrutar al máximo de todas sus cualidades, además de unas tortas que son envidia. El restaurante, situado tras el Consolat de Mar y con una terraza increíble y tranquila, es el resultado de la alianza de dos familias entrelazadas por el amor a los productos tradicionales, el grupo Sagardi y el restaurante con estrella Michelin Els Casals.

La historia de La Estrella viene de lejos, de antes de que se construyera la estación de França, cuando allí casi llegaba el mar y las barcas cargadas de pesca. Jordi y Pepi, la cuarta generación frente al restaurante que ha sabido ajustar platos del pasado y presente, ofrecen cartas cortas que varían según la temporada, ingredientes frescos de calidad y proximidad y una buena selección de cavas, champán, vinos ancestrales, cervezas y vermuts de bodegas pequeñas y familiares. Una especialidad es el bacalao, excelente en cualquiera de sus cuatro versiones. El relleno de foie y salsa de oporto es un buen ejemplo de ello.

El pollo vuelve a reinar como tendencia: pero nadie puede acusar a Rooster & Bubbles, un restaurante de pollo a l'ast, de oportunista. Primero, porque Marc Martínez, el propietario, ofrece un producto de primera en el Born, donde los restaurantes solventes dirigidos al público local, y a precios populares, cuestan encontrar. Rooster & Bubles es la actualización de las clásicas pollerías-restaurante de los años sesenta, donde la gente podía comer medio pollo con una copa de cava. El espacio es amplio y confortable, lejos de la franquicia impersonal.

Es un clásico en materia de bocadillos, y desde sus inicios tiene joyas como el sándwich de los sobrasada y queso, entre otros, con un proveedor de excepción: la granja y el huerto que la familia Rovira tiene en Sagàs (Berguedà), y que también sirve de despensa en la cocina de Els Casals, con una estrella Michelin. Dice Oriol Rovira de su Sagàs que la suya no es ni siquiera una cocina de mercado, sino “de ventana”. Y es que todo lo que se sirve en el restaurante del Born son productos que se ven desde la ventana de su habitación.

Allí donde estaba el bistrot de grato recuerdo Ginette –un local lindo, resguardado y de aires románticos– está ahora el Sophie Gastrobar, que aunque mantiene el nombre afrancesado, tira más hacia el lado de la Barcelona tapera y desenfadada (el local es propiedad de Elsa y Fred, pioneros en la 'gastrobarización' del Born). Miras la carta y piensas: ¿otro sitio de tapas modernas? Sí y no. Porque los platos pueden parecer muy recurrentes, pero la ejecución tiene mucha mano izquierda, tocan buen producto y tunean recetas que, por otra parte, aburrirían.

Esta cantina recupera la cocina tradicional mexicana con un formato dinámico y juega con platos que muchas veces no son suficientemente conocidos aquí (por eso no es de extrañar tener mexicanos de vecinos de mesa). Un ejemplo: el 'aguachile', plato típico de la costa pacífica de México, hecho con camarones crudos, chiles, limón, verduras frescas y agua. Vale la pena probar también la sopa de tortilla, los 'chilaquiles' y las 'enchiladas'.

El eslogan de este restaurante cálido y de ambiente nórdico  no puede ser más claro: cocina vegetariana para vegetarianos y no vegetarianos. Escépticos de la verdura, el equipo del The Green Spot tiene argumentos muy sólidos para desmontaros todos los prejuicios. ¿Cómo? Con más de treinta platos originales, suculentos y tentadores como las setas maitake con berenjena al horno, salsifíes, anacardos y miso blanco y la hamburguesa de frijoles negros y pan brétzel. Atención también a la pizza negra con calabaza, apio y cebolla caramelizada, pistachos y queso de cabra ecológico.

El Transatlántico pasa desapercibido en un barrio en el que despuntan los locales 'guiri friendly'. Giras la esquina y casi te das de morros con este fabuloso bar-restaurante, refugio del curriquio y el jubilado. Es restaurante de menús de trabajadores, de esos auténticos, ¡sí! Por las mañanas, bocadillos kilométricos para hartar los estómagos hambrientos. Al mediodía, menús dignos de los fogones más caseros. Consejo: apresuraos a entrar si veis que en el cartel de la puerta dice que hay patatas de pobre –con chorizo, buenísimas–, macarrones generosos y lasaña casera. Y según como bacalao con chanfaina, fricandó y una excelente brinza, corte de ternera tiernísimo.

Veinte años lleva el Tanta como vecino fijo en una de las callejuelas encantadas del Born, con cuatro paredes decoradas al estilo vintage y contemporáneo que le dan hospedaje como si fuera una casa de barrio. Es el primer restaurante del grupo San Telmo, liderado por Isidro Marqués, apasionado de la restauración y formado en la Hofmann. ¡Y bien que se nota! Basta con saborear alguna de las tapas del menú para comprobarlo: alitas de pollo con salsa hoisin, cítricos, tabasco y jengibre; o camembert frito con mermelada de tomate y tostaditas. 

Elegante y familiar, el restaurante del hotel The Barcelona EDITION presenta una carta casi de metro cero, con los ingredientes más frescos del vecino mercado de Santa Caterina, y lo hace en armonía con un entorno cálido y moderno. Una gastronomía de mercado honesta y creativa a cargo de Pedro Tassarolo, arraigada a la tradición española y del Mediterráneo, pero poniendo algo de su salsa. Con platos de autor para compartir: la croqueta de ragú de pulpo con mayonesa de tomates, ajos asados y aceite de pimentón de la Vera o la cazuela de mejillones en escabeche de azafrán.