Si no comisteis nunca, mala suerte. A veinte metros de La Rambla también se podía comer bien. Este restaurante casero, que abrió en 2000 y fue de los primeros modernos del Raval, ofrecía cada día de la semana un menú inmejorable, donde se juntaban precios ajustados, buen producto y raciones generosas (también en sábado y domingo). Al mediodía, la clientela era local y por la tarde turistas espabilados que sabían que las tapas eran buenas y una cerveza en su magnífica terraza costaba poco más de dos euros.
Mientras medio mundo intentaba encontrar mesa en una terraza desde el minuto cero, esta es la triste y obvia cara B de la moneda: hay un altísimo número de negocios de restauración al borde del precipicio. Una encuesta de Barcelona Oberta, asociación de ejes comerciales turísticos, revela que el 35% de las tiendas y restaurantes de los ejes más visitados no reabrirá sus puertas. La gente cada vez pide más comida a domicilio, y vuelve a asomarse a los mejores restaurantes de Barcelona. Pero muchos barceloneses no pudieron decir adiós a estos grandes sitios que cerraron.
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