En los tiempos de desarrollismo en que empezaron a abrir pollos a troche y moche, el local que más pollos asó fue una cooperativa gallega que, además de criarlos, abrió dos locales en Barcelona donde comprarlos hechos. Uno en Marià Cubí y el otro, el primero, en el barri de San Pere. Y de hecho este último Piolindo ha subsistido de manera digna el envite del turismo y la gentrificación.
Un sitio curioso: ya no es la barra de los años sesenta, sino un asador con cocina abierta. Una tienda de comida para llevar con comedor, vaya, De evidente modestia: aquí comen paletas y jubilados –especies en peligro de extinción en el barrio– un menú de mediodía a 9,90 € (12 € el fin de semana) más que digno y bien preparado, que vale la pena probar. Sobre por un bacalao a la llauna decente, y un pollo asado jugoso y en el que la piel aún es aquella golosina crujiente que recuerdas de pequeño. Y las croquetas tampoco estan nada mal.
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