Una cruz, una forma irregular que no recuerda demasiado a una plaza, pinturas en las fachadas... Es una de las plazas más curiosas y desordenadas de Madrid, entre otras cosas por la cantidad de calles que en ella confluyen (Segovia, Tintoreros, Latoneros, Nuncio, Cava Baja y Cuchilleros). En este lugar se ubicaba una de las cuatro puertas que daban acceso a la ciudad a través de la muralla cristiana del siglo XII. Al principio la llamaban puerta “de la culebra” y “de la sierpe”, por el dragón esculpido en su arco. Cambió su nombre por “puerta cerrada” porque, según cuentan, su ubicación no permitía que los que salían vislumbrasen al que estaba fuera y viceversa, con lo que los robos eran continuos y el Concejo decidió cerrarla. Tras una segunda demolición en 1582, Felipe II decidió no construir una puerta nueva viendo el crecimiento urbano de Madrid. Lo que sí conserva es la cruz de piedra caliza de 1783 que sobrevivió al mandato del “alcalde ateo”, José de Marquina Galindo, que en 1805 mandó retirar todas las cruces de la ciudad. Otro alcalde que dejó huella en la plaza fue Enrique Tierno Galván. En 1983 mandó pintar los murales que hoy se pueden apreciar en las fachadas de los edificios (aunque algunos han desaparecido) con la firma del artista Alberto Corazón. No era una oda al arte, era un trampantojo para cubrir las fachadas desnudas tras las demoliciones del siglo XIX.
Qué sitios tan democráticos las plazas. No hay en una urbe espacios más plurales que estos. Por las de Madrid han paseado banqueros y comerciantes, reyes y plebeyos, nobles, rebeldes, clérigos y, para desgracia de los madrileños, la Santa Inquisición y hasta las tropas de Napoleón. Hoy lo hacen ciudadanos y turistas que respiran historia casi sin saberlo; las pasean, las disfrutan y se ven impulsados desde ellas a seguir el ritmo de Madrid por las vías afluentes. Porque si las grandes avenidas de esta ciudad son consideradas las arterias de la capital, lo lógico es que las plazas sean sus corazones, bombeando actividad y ritmo en una ciudad que, con permiso de la Gran Manzana, raras veces se echa a dormir. Abre bien los ojos, porque algunas de ellas albergan esos lugares que no te puedes perder en una visita a Madrid.
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