1. Rabo de toro de Casa Alberto
Lejos quedan los tiempos del bacalao seco, el huevo duro y el chato de Valdepeñas. Esta taberna casi bicentenaria y castiza a más no poder, situada en un inmueble de pasado cervantino, conserva un aura de autenticidad que atrae a propios y a extraños. La barra de zinc es religión para el vermut y la tapa rebozada o de cuchara; el comedor del fondo, refugio impenitente forrado en madera de quienes buscan reconfortarse entre chipirones y bacalao a la madrileña, albóndigas, callos, manitas y carrilleras. El rabo estofado sigue triunfal, meloso y con fondo, sin necesidad de otras fantasías para la foto. La tradición es esto.