Siempre llena de gente, La Mallorquina ocupa una ubicación privilegiada en plena Puerta del Sol desde su creación, allá por 1894. Pocos se resisten a las napolitanas -de chocolate, crema o jamón y queso-, a las palmeras y a las trufas que se venden en la pastelería de la planta baja. Quienes además quieran disfrutar de un dulce acompañado de una bebida caliente tienen posibilidad de hacerlo en la planta superior, donde encontramos una cafetería con magníficas vistas a la céntrica plaza madrileña.
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