Tras afianzar clientela en Cachivache (Serrano, 221), los hermanos Aparicio apuestan por un nuevo local en la zona de Retiro, centro neurálgico del universo tabernario capitalino. Mantienen la informalidad de aquélla en la barra y suman un pequeño comedorcito para esos encuentros con sobremesa. Madera, ladrillo visto, mármol, metal… Su interiorismo, elegante, sobrio pero desenfadado, con buenas soluciones para un angosto espacio, lo firma el estudio Ping Pong Arquitectura.
Pero lo importante es lo que sale de cocina. Conviene reservar –más aún los fines de semana- si quieres mesa. Así que nos apostamos en la barra. Por copas, dos Rioja, dos Ribera, un tinto de Madrid y varios blancos. Suficiente para tapear, pero si te lanzas a compartir una botella, su bodega es generosa (medio centenar de referencias) y contiene respetados atractivos (incluidos algunos champagnes). La carta –de esas directas y muy apetecibles al primer vistazo- se mueve entre clásicos (actualizados y a su manera) de nuestro picoteo y varios guisos mayores con marcada atención al producto. Una decena de opciones por cada bando.
Por empezar por el principio pedimos unas bravas, la prueba del algodón que demuestra lo complicado que es hacer notable lo sencillo. Total: en su salsa, extraída de una receta familiar, podríamos estar mojando patatas durante horas, con ese punto óptimo de picante y una textura ligera. Un must. Como sus torreznos, cocinados a baja temperatura. Bien crujientes y jugosos, con un merecido emplatado. La ensaladilla, otro clásico nacional, nos gustó sin emocionarnos pero aquí hay quien la prefiere como una ligazón compacta, como es el caso, o más deconstruida, con más protagonismo de cada ingrediente. Ojo, entrará en el top ten de muchos. Volar, voló rápido. Nos dejamos aconsejar –hay sitios que SÍ (y además es primordial)- y nos animamos a probar su rabo de vaca con curry rojo, una de las propuestas, por ese toque oriental, más alejada de su ideario (aunque esté ya presente en su otra taberna). Excelente elección. Un verso libre sobre la amplitud de miras, versatilidad y pericia que ofrece su cocina.
Fieles a su imagen corporativa (con esos guiños a un frontón de pelota), no importa lo arrimada a la pared que venga la pelota, esta gente puede restar desde el ocho y medio con un golpe diestro. Vayan y (com)prueben. “A buena”, seguro.