Las mejores tortillas de Barcelona

Cocina franca en la Zona Franca. Aunque parezca un bar de barrio como otro, es uno de los restaurantes más solicitados por los auténticos gourmets. La familia Sierra Calvo elabora 'alta cocina de barrio' o 'cocina sin gilipolleces', como ellos proclaman: de toda la vida, imaginativa y sin prescindir de las técnicas actuales. De la carta de desayunos cabe destacar los platos con huevos y los bocadillos, fríos y calientes; de la carta, platos de cuchara y de temporada, con las albóndigas con fricandó y el capipota en el top. Tema tortillas; desde la clásica francesa hasta joyas como la de bacalao con senderuelas o la de setas confitadas.

Les Truites abrió en 1978 como bar-restaurante y válvula de escape para la creatividad en la creación de tortillas insólitas. Sí, aquí hay todo el abanico de exuberancia cotidiana que más o menos uno se espera, como por ejemplo la de calabacín con cebolla o de setas, o de patatas con chorizo. Pero el paladar pasa por la incredulidad y la rendición cuando pruebas la tortilla de croissant con jamón ibérico. Miró, un hombre que ha sido campeón en varias competiciones y ha publicado exitosos recetarios, ha desarrollado utensilios específicos para hacer realidad las tortillas dentro de su cabeza.

Rehabilitar un bar es tendencia. Cuando el cocinero Aimar Córdoba pudo tomar las riendas del bar El Pollo, junto a La Paloma, no se lo pensó dos veces. Córdoba es de Bilbao, y sus tortillas a la vasca (melosas, dulces, líquidas) desacreditan a los indocumentados del sin cebolla. Una factura incrustada en el plástico de las servilletas hace de carta. Rosalía ya ha dicho que aquí hacen sus tortillas preferidas de la ciudad, y la entendemos perfectamente.

Abierto en junio del 2024, La Vivi es el bar que todo el mundo debería tener abajo de casa o justo en la esquina. Es uno de esos lugares que te reciben con un alegre y familiar '¿Qué te pongo, cariño?', y tú quieres quedarte a vivir allí mismo. Carta cortita y centrada en poder tomar un bocado por la mañana, mediodía, tarde o noche y en cualquier día de la semana. Embutidos, bocadillos, clásicos del picoteo y alguna joyita poco habitual en las barras de la ciudad como el pastel de cabracho o las migas. El pincho de tortilla de patatas con cebolla —bien jugosita— ya se ha constituido como el 'hit' de la casa. Para beber, cañas bien tiradas, vermuts de cuatro bodegas diferentes, vinos mayoritariamente catalanes y gallegos, sidra, Spritz e incluso Fernet Cola, ese cóctel mítico argentino de amaro.

El Bar Alegria es un precioso local modernista inaugurado en 1899 en la esquina de Gran Via con Borrell. A los mandos está Tomàs Abellán y hace cocina de Barcelona. Una suma de pescado de lonja, huerta, guisos y tapas –son célebres las gildas y las ensaladas– que se presenta en dos pizarras que van moviendo de mesa en mesa. Todo casero de toque excelso, con guiños al padre como el bikini de jamón ibérico y aceite de trufa. Su tortilla trufada es un clásico de la carta. La terraza debería ser patrimonio de la humanidad.

Cuando el vaivén de locales que abren y cierran es el pan de cada día, es un gusto poder volver a aquellos restaurantes que nos han hecho felices, y que nos ofrece su alargada barra, su cocina franca y exquisita y sus clásicos que nunca fallan. Y todo a precios más que razonables. ¿No habéis ido, no lo conocéis? Cal Pep es la zona cero de lo que algunos desaprensivos llamaron después gastrobares. Todo está bueno aquí, pero sus tortillas de patatas –de interior fondante, meloso y cremoso– son un punto y aparte en la ciudad.

Este es un bar de visita obligada para quien quiere comer una buena tortilla: Miquel Puchol en el 2015 cogió un local de barrio tradicional –una charcutería con bar, especializada en desayunos y tortillas que había abierto a finales de los 50– y le dio un nuevo empuje. Tiene un segundo local en el interior del mercado de Galvany y un tercero en Gràcia, La Fonda de Mantequerias Pirenaicas (Teruel, 6).

Durante 30 años Quim Marquès fue referencia a la Barceloneta con el Suquet del Almirante. Ahora está en Gràcia, su barrio de toda la vida, con el Santa Magdalena; un restaurante de cocina catalana y barcelonesa al cien por cien. Con precios contenidos y estética de bar de barrio (de hecho lo era), se practica una cocina de chup-chup y producto de temporada y de proximidad; fricandó, macarrones del cardenal, capipota, etc. También hacen desayunos de tenedor, bocadillos muy trabajados, tapas, aperitivos y, por supuesto, tortillas especiales. La de sobrasada y gamba roja con estragón y cebolla roja es un excelente ejemplo de su creatividad en materia de huevos.

Tenemos bastante oferta de cocina de mercado, pero no siempre se hace con personalidad y originalidad. En una menestra de vainas del Fismuler hay algo más que unas vainas, o en unas aletas de pollo con yema, boniato y trufa. El concepto tiene mucho que ver en explotar los sabores desde la sencillez, apostando por los productos de proximidad y de calidad. Su dominio del arte de la tortilla y su demoledor pastel de queso les han hecho famosos. Hacen maravillas como la tortilla mallorquina; un revuelto cremoso con espuma de huevo y sobrasada de la isla.

El gran valor de Los Tortíllez es que las tortillas de patatas se hacen al momento y al punto que el cliente desea (incluso si eres uno de los indocumentados del 'sin cebolla'). También hay recetas propias, por supuesto. Como la Cayetana Tortíllez, con trufa, cebolla caramelizada, jamón ibérico y queso de cabra, o La Carmiña Tortíllez con lacón de grelos. ¡Pero no todo son tortillas! Aquí las tapas y acompañamientos también serán un plato fuerte para las comidas. Ensaladilla rusa, bomba de boniato y cordero... Toda una variedad de platos caseros con la receta de su familia.

John Wilmot fue un poeta inglés, aristócrata y libertino, que se adelantó al Marqués de Sade. También es el nombre que Eugeni de Diego –uno de los exjefes de cocina de la era gloriosa de ElBulli– ha puesto a su bar de tapas. Los platos de huevo no faltan. Atención a la tortilla de patata con tripa, cabeza y pata o al pincho de tortilla de patatas con gambas en el ajillo. Breve y bueno como un pecado de lujuria, con el zumo del ajillo y las cabezas de la gamba amlagamados con el caramelo de cebolla y el huevo.

Ya hace un tiempo que divierte a la gente del barrio cerca de Mercat Nou con un bar que ha hecho fortuna y sus codiciadas truchas de hasta doce huevos ecológicos, pero Jordi Marzo (ex Roca Moo y Petit Comité) quería volver a sentir se cocinero de restaurante. Y lo logró en junio de 2021 abriendo Tramendu. Su repertorio 'tortillero' es impecable: disponen de cuatro o cinco tortillas del día, hechas con huevos ecológicos y todo el magisterio de ser uno de los mejores bares de tapas de Barcelona.

Tres amigos licenciados en filosofía, periodismo e historia del arte convirtieron un bar esquinero en un delicioso restaurante en miniatura, donde reelaboran y modernizan clásicos de la cocina gallega y vasca en formato platillo. Son toda una potencia a la hora de desayunar y comer: en el primer apartado, sus tortillas y revueltos, o tostadas con mermelada casera prácticamente tienen club de fans. Y con los bocadillos tampoco se quedan cortos.

Si preguntáis entre los amantes de los restaurantes vascos, muchos os dirán que Taktika Berri es, posiblemente, el mejor vasco de Barcelona; y sus pinchos no desmerecen lo más mínimo esta reputación. También son oriundos de San Sebastián y disponen de unos 25 pinchos entre fríos y calientes. Son clásicos, sencillos, de toda la vida: tortilla de bacalao, chistorra, Gilda, merluza rebozada, un insuperable bacalao con pimiento... Y como para los codiciados calientes tendrá que ganar terreno a lucha de codos, os recomendamos una especialidad fría: el de revuelto de huevo con pimientos del piquillo y ajo.

Encontrar un sitio para comer alrededor de la Sagrada Familia es una tarea desalentadora para el local, si no estáiss dispuestos a someteros al pollo crujiente graso o a las hamburguesas de oreja de gato. Sin embargo, hay una opción: Madre Taverna Moderna. Es de Leo Chechelnitskiy, propietario del Babula Bar, y ha convertido el bar de tapas de su madre en una taberna urbana de guisos a fuego lento y tapas. Hace tortillas especiales y, cómo no, la clásica de patatas. Todas magníficas. Además, tiene una terraza difícil de creer –desde la avenida Gaudí, que baja, se domina todo el panorama.

Vermut, vino, cerveza, tapas (gildas, bravas, ensaladilla, torreznos de Soria, boquerones en vinagre), bocadillos y platos del día (pocos superan los 15 euros). Una muestra: bistec tartar de vaca; morro de bacalao y berenjena, y albóndigas con tomate y patatas. Su tortilla de patatas hecha al momento, con cebolla caramelizada y jamón ibérico, le ha dado fama en el barrio. Tiene un formato individual, está poco hecha y es jugosa. Si sois de tortillas cuajadas, no es para vosotros. En la carta veréis detalles italianos; aceitunas sicilianas, burratas y bocadillos de mortadela o de mascarpone trufado y bresaola (embutido de ternera). Claro, el dueño, Peppe Palo, es de allí.

Un 'asador' argentino moderno donde todo gira en torno al número 15: una mesa principal para 15 y 15 platos a la carta –el decimoquinto es un plato de temporada, inspirado en los recuerdos de infancia de uno de los socios, Pato Costa– y 15 referencias de vinos. La carta es breve, pero suculenta. El chef Facundo Reynoso tiene mucha traza y la infraestructura que dejó el restaurante Fat Barbies. Aunque la cosa va de carne, uno de los 'hits' inesperados de la carta es su versión de la tortilla de patatas, hecha con boniato y cebolla asada.

Lalan’s se erige como un superviviente a la jungla de los brunchs, tatakis y parmentiers de Sant Antoni. Es un bar de barrio con gente del barrio donde se sirven bocadillos y tapas a precios de barrio. Pósters de Galicia y bufandas futboleras en las paredes, el televisor encendido escupiendo noticias y un trasiego constante de parroquianos. Aquí la especialidad son las tortillas. La de patatas es un monumento a la jugosidad; muy gruesa, dorada por fuera y tierna por dentro, con los huevos perfectamente cuajados. Dejaos de huevos Benedict, empezad el día con un pincho de tortilla de Lalan’s y un café. Os hará mucho más felices por muchos menos duros.

Toda una institución en Gràcia: este restaurante lleva ya más de un cuarto de siglo abierto y en la carta tiene más de 50 variedades de tortillas. De montaña, marineras o del huerto, imaginad una tortilla y os la pondrán a la mesa. Y si no la tienen, os la harán.

Lo extraordinario: medio siglo de tortillas no les ha erosionado –los Pomés-Milá descendientes son sus propietarios– ni los ha hecho cambiar. Hacían tortillas, ensaladas y hamburguesas en un espacio diáfano, blanco y elegante, y así siguen. Dieciséis tortillas variadas (de pollo con bechamel, por ejemplo), nueve tortillas distintas de patatas (su versión de la gallega lleva pimientos de Padrón, cebolla y chorizo), doce de verduras (de espinacas a la catalana hasta 'samfaina'), tres de pescado (extraordinaria la de bacalao con salsa de tomate) y seis dulces (la de licor de cerezas se acompaña con dos mermeladas). El Croma By Flash (Diagonal, 640) es su segundo local.

El restaurante Miguelitos tiene dos ambientes bien diferenciados: por un lado una gran barra y unas mesas en las que se pueden degustar todo tipo de tapas y platos rápidos, y, por el otro, un comedor estilo ejecutivo y muy acogedor donde se puede comer de carta. Entre sus especialidades encontramos la tortilla de Miguelitos, el 'trinxat' de la Cerdanya, la caballa en escabeche o un buen capipota. Son clásicos de la cocina popular interpretados con solvencia y modos de restaurante burgués. Y a precios más baratos de lo que puede parecer. Asimismo, ofrece buenos desayunos, menús de mediodía, de noche y para grupos.