¿Sabíais que es posible recorrer el planeta a través de los platos que se sirven en los restaurantes de Barcelona? Si sois capaces de comeros estos 80 platos sin salir de la ciudad, dejaréis a Willy Fog a la altura del betún.
El mole es uno de los elementos más complejos de la ya por sí misma barroca cocina mexicana. El chocolate es el elemento más reconocedor de la salsa, pero lleva más de cien chiles secos diferentes.
Este clásico catalán es un guiso de chup-chup telúrico, en el que dejar la sepia tierna es un arte que tiene muchos trucos pero solo admite un resultado: el bueno. En Casa Leopoldo encontraréis esta mar y montaña enriquecido con gambas y con una picada llena de sabiduría que nos remite a las grandes cocineras del Empordà.
Este estofado de morro y pata de ternera, en el clásico Can Vilaró adquiere proporciones míticas: sentados en una sencilla mesa, nos estamos comiendo el paradigma del 'capipota'. La esencia de la cocina catalana…
Aunque a menudo se maltrata, este plato bien cocinado es una delicia: berenjena tierna al horno y gratinada, rellena de un sofrito de carne de cerdo espesado con pan rallado. Idò!
La olla catalana, con carne y legumbre, es la más digestiva de todas las elaboradas en la península ibérica. Aquí tienen cien años de experiencia ejercitando su cocción lenta.
La paella como Dios manda es un plato de arroz seco, con tan pocas capas amontonadas como sea posible y un deseoso ‘socarrat’ que rascamos como si nos fuera la vida en ello.
El plato catalán de fiesta mayor por excelencia requiere un buen rustido y una bechamel hecha con amor. En Casa Agustí lo enriquecen con sopas de pan seco y leche.
Los elementos comunes que ligan las diferentes versiones de este potaje son los grelos, la col verde y las patatas, a parte de todos los colores de los cortes del cerdo.
Estamos delante de uno de los hitos de la cocina ibérica de la legumbre: habas asturianas que van nadando, con dificultad, entre chorizo, morcilla, tocino… Un festín.
El bacalao es el pescado más cerdo: de él se aprovecha todo. Y las protuberancias gelatinosas de la parte inferior de la barbilla, ligadas con su gelatina, son un lujo que hay que probar.
Si tuviéramos que destilar la esencia de Portugal en un plato, sería esta especialidad, plato nacional. Estamos delante de un bacalao desalado que se sirve en conjunción con unos huevos revueltos, que a la vez hacen amistad con unas patatas fritas. Sencillo pero vistoso: por su amarillo llamativo, también es conocido como bacalao dorado.
Esta especie de raviolis rellenos de carne picada bien picante –ajo, cebolla y pimienta– se conocen como el plato de los trabajadores, por su aportación energética.
En Suecia está implantada con fuerza esta deliciosa especialidad de los aborígenes samis: rebanadas finas de carne de reno ahumada y después frita. Siempre suele ir acompañada de frutos del bosque. Fans de Santa Claus, no lo miréis.
Solo los vegetarianos se pueden resistir a un buen costillar de cerdo, macerado previamente con salsa barbacoa con un punto picante de tabasco y rustido al horno a fuego lento.
El plato nacional venezolano es pantagruélico y tripartido: en un mismo plato, juntos pero no revueltos, conviven arroz blanco (de influencia europea), carne desmigada (indígena) y frijoles negros (africana).
El plato venezolano rápido por excelencia es esta especie de bocadillo hecho con masa de trigo –dura, sin gluten– relleno con todo tipo de ingredientes, como por ejemplo frijoles o carne desmigada.
Un plato que vuelve locos a los niños: ternera rebozada que se sirve después de haber estado en el horno cubierta por queso, una loncha de jamón dulce y orégano. Siempre suele ir con patatas fritas.
Pocos países como Argentina han optimizado tanto la fórmula universal de la masa rellena. En El Laurel encontraréis un surtido extenso, imaginativo y muy sabroso.
¡No, los búlgaros no comen esa especie de brazo de gitano pequeñito y homónimo! El dulce tradicional búlgaro es la bànitsa, una especie de tulipán hecho con pasta filo –elaborada por la acumulación de hojas finas de harina– y rellena con ingredientes de temporada. Saladas y calientes son buenos primeros; con fruta y mermelada, postre excelente.
Aunque es sencillo, estamos delante de uno de los platos argentinos más difíciles de encontrar: patatas fritas finas y largas, con jamón dulce cortado a lonchas y huevos rotos. El origen tiene mala fama: receta de Artemio Gramajo, oficial que hizo la campaña de 1880 de exterminio de indios. Lo ideó para hacerle la pelota a su general.
Cuando los dominicanos quieren pasárselo bien, este es el plato que toca. Para prepararlos, se necesita cabrito alimentado con orégano salvaje, que le proporciona un gustito particular al animal: en conjunción con los ajís y los chiles será el telón de fondo del guiso. Esta delicia puede ir acompañada de yuca y plátanos verdes fritos.
Si todavía no habéis probado la refrescante mezcla de pescado blanco crudo y marisco, marinado con zumo de limón y condimentación precisa, ya tardáis. El Perú tradicional parece alta cocina moderna.
La cocina sarda es la regional italiana menos conocida en nuestra ciudad: os animamos a descubrir estos macarrones grandes y cuadrados, hechos con un guiso de rabo de buey muy aromático. ¡Antes, probad un spritz!
El plato nacional de la región de la Emilia-Romaña era un plato de pobre: hoy esta masa de trigo rellena de embutidos, queso y verduras es la reina de la comida rápida cool barcelonesa. Nuestra favorita es la de porchetta, con carne de cerdo a la brasa rustida y aromatizada.
Bien preparado, esta clásico originario de la capital del gigante asiático es el punto culminante de un buen banquete. Debe ser así: un pato inflado se barniza con melaza y se asa. Carne y piel, en rodajas sin huesos, son el relleno de creps finas, que también llevan salsa hoisin, cebolla tierna y pepino.
La receta campeona de la comida de calle asiática se originó en China, aunque se considere un plato japonés. La receta es tan simple como efectiva: tallarines finos salteados –con poco aceite– con una gran variedad de carnes y verduras, siempre con la salsa yakisoba.
Los pastores tibetanos se calentaban con esta sopa a base de pasta de trigo, verduras y algún trocito de cordero. La pasta debe ser recién hecha.
La primera aproximación a la comida tailandesa debería ser esta receta: fideos de arroz con huevos, salsa de pescado y de tamarindo, brotes de soja, gambas, pollo y sobre todo un acabado final con cacahuete picante.
Del Vietnam central llega esta sopa de fideos muy especiada. Son fideos macerados en vinagre (el más frecuente es de pepino y algas), aunque a veces lleva marisco o pescado. Ácido y refrescante.
Y si hablamos de comida asiática a pie de calle, le pisa los talones al yakisoba la empanada asiática, que en su acepción china es conocida como jiaozi: un ravioli de masa fina que puede ser hervido, cocido al vapor o frito, los de la base crujiente. El relleno suele ser de cerdo o langostino, pero en el Out of China hay una variedad espectacular.
Se llama así por el nombre de la cazuela de barro donde se cuece este rustido de carne y verduras, que puede ser de pollo o cordero, normalmente. Si quitamos la tapadera cónica, veremos un recetario muy cercano a la cocina española.
Bajo este nombre tan exótico, se esconde un plato de la cocina persa que remite a nuestra Navidad: pollo con cerezas, con el añadido de garbanzos y azafrán.
El surtido variado de sushi –es decir, el sushi moriawase– suele incluir una panorámica de makis y nigiris de atún, salmón, langostino, mero y anguilas a la plancha.
No dejéis escapar esta delicia popular coreana: servido en un plato de barro caliente, encontramos un arroz con verduras, carne, huevo y una pasta de pimiento picante. ¿El nombre? Quiere decir ‘mezclar’.
No todos los platos de la cocina rusa están pensado para cuando hace frío. Esta ensalada de arengues bajo abrigo de pieles –traducción literal del ruso– es una ensalada que se prepara a base de capas de patatas ralladas, arengues, cebolla rallada –que se puede suavizar con manzana verde–, huevo duro picado y finaliza en una capa de mayonesa.
Los 'momo', parecidos a las gyoza chinas, tienen un relleno muy particular donde se aprecia una carne bien trabajada, muy picada y enriquecida con un buen número de ingredientes, donde se perciben la cúrcuma, la canela o el cilantro.
En Corea este es un plato importante: se regala a quien cumple años. Es un caldo de algas wakame con almejas, trocitos de gambas y ternera.
De acuerdo, Irlanda no pasará a la historia por la magnitud de su recetario. Pero sí por la calidad de su carne. Y un pastel de ternera rustida a fuego lento, que antes se ha macerado con varias pintas Guinness, tiene su qué.
Atribuida a un inmigrante italiano en Estados Unidos, esta ensalada ha hecho fortuna en los hoteles de todo el mundo: lechuga, picatostes, pollo a la plancha frío, parmesano y huevo duro. En el Fastvínic la encontraréis preparada con ingredientes de proximidad.
Cocina autóctona palestina: este plato de arroz cocido con carne de ternera picada, piñones, almendras y aceite, servido con yogur.
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