El restaurante Gravin tiene la gracia de tener un espíritu de trattoria italiana, pero con un aire fresco y renovado de cocina regional mediterránea. No se limita a ofrecer una cocina típica y más que conocida, sino que progresa hacia una cocina más cosmopolita, moderna, pero sin alejarse de la tradición y del carácter casero que caracterizan las diferentes cocinas de Italia. Su creador, Giovanni, es de la Puglia; su chef, Cristian, es veneciano.
Tiene un servicio excelente con camareros romanos y un sumiller profesional, Giuseppe. Se dan las condiciones para pasar allí grandes momentos, como fue durante nuestra visita, en la que arrancamos con una soberbia ensalada de burrata, con pomodorini y rúcula, muy bien presentada, a la que siguió un puré de berenjenas ahumadas con tomate y cebolla. Nos estábamos recuperando de estas emociones, cuando Cristian nos trajo un par de galeras, peladas, salteadas con un toque de cidronela y un buqué de ensalada, una especialidad veneciana a la que era muy aficionado Marco Polo, según algunos historiadores.
Las galeras, las cenicientas del marisco, se pescan por arrastre y son sabrosísimas, aunque complicadas de comer por sus aristas que dificultan tratarlas como simples gambas. Es un plato finísimo y muy raro de ver y degustar, como los langostinos salteados con setas a la plancha que vinieron después, aunque la estrella de la comida fueron los tagliolini con limón, servidos con una prudente presencia de trocitos de merluza fresca, que l