De entrada, un aviso: en las librerías de segunda mano de Barcelona no encontraréis libros ni de Roberto Bolaño, ni de Miquel Bauçà, ni de Julien Gracq, ni poesía buena. Si buscáis y rebuscáis, localizaréis perlas a buen precio, tesoros perdidos que un día fueron amados y que, por gracia del destino, esperan encontrar otro hogar. Encontrar el tesoro de Alí Babá es otra historia. Pero algo he aprendido buscando libros durante los últimos quince años: de Taifa (Verdi, 12) y de Stock (Comtal, 29), nunca salgo con las manos vacías. Nunca. Sobre todo de la segunda, que si la miras desde la calle Comtal, tira hacia atrás. Coches en miniatura, guías para turistas... Pero los tesoros se deben ir a buscar. Y al final del local tiene todo lo que un buen local desea: narrativa moderna y libros de hace 20 o 30 años que se reeditan poco. Incluso he visto hace poco el 'Onomasticon Cataloniae' de Joan Coromines, y una cantidad enorme de libros de Manuel de Pedrolo y Josep Pla. Esta librería cumple 26 años en marzo y el dueño dice tener unos 100.000 volúmenes.
Sin salir del Gòtic, nos adentramos en otro mundo, la librería Farré (Canuda, 24), un espacio que debe hacer dos siglos que se dedica al bello negocio de vender libros. Aquí, de lo que se trata, es de contenerse... si queréis llegar a fin de mes sin tener que pedir un crédito en el banco. En el escaparate ya veo primeras ediciones del 'Nabí' de Carner, editado en México en 1940, o de 'Desa aquests llibres al calaix de baix', de Foix, de 1972. Las piernas me tiemblan. Tienen incunables (libros impresos en el siglo XV, en la primera época de la imprenta) y alguna joya (vale más que un diamante) como 'El llibre de les set sivelles i de les meravelles', del artista plástico Joan Tharrats.
Otra librería de antiguo y de segunda mano emblemática es la Àngel Batlle (Palla, 23), la única superviviente de una calle que estaba llena de tiendas de libros. Àngel, tercera generación de libreros, no desespera. Eso no va con él. Nos dice que antes, en la zona, había una quincena, y que ahora quedan tres de antiguo. "La gente rebuscaba, como en las tiendas de discos", comenta. A él, sin embargo, el negocio le funciona. No sabe los libros que tiene y asegura que la crisis ha hecho que todo sea un poco más duro, que le entran más libros que nunca y que tiene que escoger como no lo había tenido que hacer antes. Él, pillo, tiene un secreto, que desvelaremos: en la etiqueta donde pone el precio, lo escribe en euros y en pesetas, para hacer antiguo. "¡Y quizá me ha entrado la semana pasada el libro!", ríe. "Es el gancho", añade. Àngel asegura que no tiene ningún libro especial, pero chafardeando encuentro 'Conversación en la catedral', de Vargas Llosa, editado por Seix Barral a finales de los 60. Y 'Diario de un estudiante en París', de Gaziel, de 1915. Y también el 'Climent' de Carles Fages de Climent, de 1933.
Todo esto son librerías de antiguo antiguas. Vaya, locales que hace años que sobreviven, enraizados a un barrio, a una gente. De hecho, creo que el juez Vidal ha olvidado colocar un artículo en su proyecto de Constitución catalana: cada barrio debería tener una buena librería, como Taifa, por ejemplo, que hace 22 años que es librería de Gràcia. En los últimos tiempos le ha salido competencia, como la Pequod (Milà i Fontanals, 59), un local pequeño que demuestra que la clave no son los metros cuadrados sino la selección, así como Consumició Obligatòria (Diluvi, 7), que hace solo año y medio que funciona "contra todo pronóstico", nos dicen, y muchas ganas. Si no, ¿quién habría puesto la foto de Aznar en las novelas de terror? ¿O la de Mourinho en los libros de teatro? Una cosa le reprocho, Belén Esteban en poesía. O colocar a Gustavo Adolfo Bécquer entre los tótems de la literatura. Todo vale dos euritos, por cierto. Si queréis libros en inglés, Hibernian (Montseny, 17) es el sitio ideal desde hace una década.
Un barrio que tenía pocas librerías, Poblenou, está empezando a dispararse. Y un buen ejemplo de esto es La Retrobada (Marià Aguiló, 124), donde hacen cosas tan interesantes como invitarte a un café si te compras una novela negra. Y no nos olvidamos de Studio (Aribau, 12), un clásico del Eixample, que ahora tiene que competir con la cadena Re-read, donde, por cierto, nunca he encontrado nada que valiera la pena. ¡Incluso los libros huelen bien!