1. Krudo
Está bien salirse de lo convencional si el responsable es Rafael Bergamo, por cuyas creaciones sentimos debilidad. Tras Kuoko y Hot Now, este Krudo ya se erige como el penúltimo soplo de aire fresco en la fusión con acento latino. El raw bar del chef venezolano (y de Andrés Correa y Paula Prokopiak) ocupa un puesto de chapa y azulejo color cobalto en el mercado de Vallehermoso. Esa frescura (marina) que insufla es innegociable y los clientes pronto entienden el tipo de diversión que les ocupa durante este rato de sabores ácidos y picantes. Las ostras, los ceviches y los tiraditos preceden a los pases de brasa como el platazo de corvina. Pero es que antes nos ofrecen bocaditos que nos obligan a picar. Uno de ellos es la croqueta enchupetada (a partir de una sopa de camarones) que coronan con tartar de gamba roja, mayo japo y huacatay. Balín disparado para ser un comienzo intenso en un solo ñam.