Una completa guía para comer, comprar y salir de fiesta en La Latina

No sabemos si Cristina y Yajaira son más fanáticas del vinagre o del vermut pero con esos pilares fundamentales han armado uno de los mejores bares en La Latina por el que dejarse caer  a la hora del aperitivo. Barra, mesas altas y mucho taburete tocados por la mano de Codoo Studio. Pedestal para la legendaria gilda, ese bendito invento vasco, y un buen puñado de etiquetas vermuteras para acompañar, además de la creación secreta y especial de la casa. Ah, y son pet friendly. 

David Ross y Patrick Tuck se conocieron hace una década como estudiantes de Erasmus. Siempre anhelaron volver a Madrid para crear algo personal. Después de muchas conversaciones, y de testar su propuesta en el mercado de Vallehermoso, pasaron a la acción y abrieron La Osita, en un guiño a uno de los símbolos de la ciudad. Antes, en las instalaciones de sus amigos de Península, elaboraron su propia cerveza. 

Los responsables de la coctelería La Santoría (Lope de Vega, 30) abrieron otro familiar patio de recreo (“cuando vimos el local, no teníamos ni idea de qué íbamos a hacer ni cómo. Empezamos a darle forma en la segunda visita. Lo cogimos y en dos semanas lo preparamos todo para abrir”). Ahora son tres socios. Se ha sumado Antonella que regenta este work in progress centrado en vinos naturales españoles y alguna sidra francesa. “No queríamos un lugar de entendidos sino algo para todos. Buscamos divertirnos, pasar un buen rato”.

Puedes venir a echarte unas cervezas (tienen más de una treintena etiquetas distintas tanto nacionales como internacionales y 14 de ellas son de grifo) o una partida al pin ball. Pero seguramente hagas ambas cosas y en compañía (incluso de tus hijos). El proyecto, un bar atestado de espirítu ochentero en cada uno de sus rincones, nació en Bilbao, donde fue un éxito desde su apertura, para terminar creándose una sucursal madrileña en una de las calles más agradables (por menos concurrida) de este barrio. La culpa es de Juan Marchante, decorador profesional y con varias décadas en el mundo de la restauración.

Nos gusta por muchas razones. Y la primera es que se encuentra al margen de ese circuito de tapeo que atraviesa el barrio y que recorren turistas de toda condición cada fin de semana. Está cerca y lejos a la vez. 

El templo de la tortilla de Malasaña ya tiene su versión latinera, y no podía haber abierto en otro lugar que no fuera su centro neurálgico: la Cava Baja. Hasta ahí mismo se han trasladado sus grandes hits, desde la versión clásica de patatas -muy cremosa, que no líquida-, hasta una exquisita de morcilla y pimiento caramelizado, cebolla pochada, queso brie y trufa, o incluso parmesano, tomate seco y albahaca. 

Este barrio no es solo territorio de cañas. También lo es de vermut, y este local es buenísima prueba de ello y uno de los referentes de la ciudad. Lo suyo es el vermut de grifo, acompañado de una buena gilda hecha al momento.

El restaurante del Teatro de La Latina de Madrid no podía tener un nombre mejor que el de la actriz que más fama le ha dado y que más ha querido el escenario de este teatro mítico situado frente al Mercado de la Cebada. 

Podría, pero no todo van a ser bares castizos aquí. También hay sitios como este Hopper, perfecto para ir a tomar un cóctel a media tarde, o para participar en una cata de mezcales entre semana. 

Es toda una institución en el barrio. Experiencia y saber hacer les ha mantenido en la cresta de la ola durante años a pesar de la alta competencia aledaña. Tanto es así que ya tienen hasta merchandising propio.

Esta tienda tiene algo de “evocación de esos objetos que nos han acompañado siempre y que hace mucho que no les prestamos atención”. Lo dice Pepa, la ideóloga de este comercio –y vecina del barrio de toda la vida– que parece salido de los años 40 madrileños. Solo se venden piezas originales, como las fiambreras de San Ignacio rescatadas de un almacén ya en desuso. Conviven con artículos hechos de madera, mimbre, algodón, barro, cera... materiales que marcaron toda una época. Pero, además de piezas recuperadas hay sitio para otros diseñadores que se atreven a reinterpretar esas tradiciones y acercarlas hasta el siglo XXI. 

Una tienda para la nostalgia y el recuerdo. Así es este rinconcito repleto de juguetes de cartón, carruseles de época, bolas del mundo antiguo, relojes de cuerda, bolas de cristal con nieve, pizarras de madera, muñecas de trapo, carteles de chapa, postales de los 50... como una tienda del siglo pasado en la que todavía resisten los personajes de cuento y donde todos los sueños son posibles. Si buscáis un regalo original, es más que probable que lo encontréis aquí. 

Boutique y taller de joyas artesanales. Cada pieza que diseña su autora se puede definir como sincera, de líneas puras y sencillas, inspiradas en la armonía de la naturaleza. 

Si os gusta la cocina mexicana y además sois cocinillas, aquí encontraréis todo lo necesario para intentar replicar los tacos más padrísimos. Bienvenidos a La Tiendita del Alamillo, algo así como una despensa mexicana para llevar a casa: frijoles, queso hilado, salsas (guacamole, tres chiles, chipotle...), tamales... y también dulces tradicionales, desde calaveritas de azúcar (típicas del Día de Muertos) a conchas mexicanas de sabores.

A partir de los meses de abril y mayo, justo cuando los días empiezan a ser más calurosos en la capital, arrancan las largas colas para comprar un par (o los que sean) de alpargatas en esta mítica zapatería de la calle Toledo, a un paso de la plaza Mayor (de ahí el éxito entre los turistas). Se fundó en 1845 y ya van por la cuarta generación de propietarios de la misma familia. Si buscáis alpargatas clásicas, aquí las tienen. Pero si preferís modelos algo más actuales (con cuña, por ejemplo), también. Que la tienda sea del siglo XIX no significa que no esté a la vanguardia de las modas del XXI. 

Un clásico entre los clásicos. Este comercio, abierto en la calle Toledo en el año 1934, es un sueño para los más golosos, y la perdición de las caries porque el azúcar que se respira ahí dentro es capaz de traspasar el escaparate con solo mirar. No hay un solo hueco en blanco en el que no haya un caramelo. Y los tienen todos: con pica pica, masticables, de palo, piruletas, gominolas, regalices... y las típicamente madrileñas violetas. También bombones, golosinas y hasta frutos secos. Si quieres puedes comprar uno, aunque lo normal es que acabes llevándote un buen puñado al peso, o incluso un saco. Porque te resultará mposible pasar por su escaparate alicatado hasta el techo de caramelos y no entrar. 

Se sitúa justo enfrente de la tienda de caramelos más famosa de la ciudad, también de la misma propiedad. Hablamos de Fiestas Paco o Disfraces Paco, un comercio de esos de toda la vida consagrado al mundo de los disfraces. Cuando se acerca alguna festividad señalada, suelen llenar el escaparate de vestuario y complementos temáticos. Desde Halloween a carnavales, pasando por San Valentín o el día de Reyes. Todo vale.

Construido en 1875, bajo la inspiración del parisino mercado de Les Halles de París, La Cebada ha constituido durante años -dada su cercanía a la Puerta de Toledo, uno de los principales accesos a la ciudad-, uno de los puntos de encuentro más importantes para los comerciantes madrileños. Y de los más coloridos, gracias a la intervención que BoaMistura hizo en su fachada y tejado. Ya queda menos para estrenar su nuevo centro cultural.

Local de conciertos, especialmente de jazz y cantautores, donde también se puede ir a tomar una copa y disfrutar de buena música. Uno de los veteranos de la noche latinera. 

Un garito de noche de estética de derribo y cultura underground en el que además de bandas en directo hay sitio para sesiones de clubing, dj set, exposiciones de arte, performances... Si os gusta la buena música, atentos a su programación porque en este garito hasta los lunes molan.  

Shoko Madrid es una sala para fiestas, conciertos y eventos. Con un amplio interior, sus más de dos mil metros cuadrados dan cabida cada fin de semana a un nutrido público de todo tipo. De viernes a domingo Shoko se convierte en el club de moda con tres sesiones centradas en sonidos latinos, funky, R&B y reggaetón. The Room Fridays abre el fin de semana los viernes, Pure Shoko es la sesión que destila lo mejor de la sala cada sábado  y Swag City sube la temperatura de los domingos.

Si este barrio es conocido como el 'Little Chueca' es porque existen garitos como este. Petardeo máximo en un local en el que siempre es viernes. Escaleras, terrazas con barandilla, pista de baile, plataforma... sus famosas drag queens saliendo del subsuelo son incombustibles y los niveles de diversión aquí no tienen techo. Todo lo que digamos se queda corto para expresar lo que sucede en este mítico local de La Latina cada fin de semana.