El tártaro, un plato muy generalizado –y criticado mucho en según qué estamentos gastronómicos–, revive y se dignifica en La Tartareria: un restaurante donde toda la carta está dedicada a esta receta. Su fuerza es ofrecer un concepto propio en un local totalmente diferente, con una cocina abierta y una materia prima de gran calidad.
En este delicioso espacio –que ocupa lo que a finales de siglo XIX era una vaquería– el 80% de la carta se corresponde a producto crudo (o poco cocinado) preparado al momento. Vehiculado en recetas muy reconocibles, pero también un tremendo bikini de tártar de vaca vieja con un queso Comté con 18 meses de curación.