Cócteles de verano

Seguramente funcionará como remedio contra el mosquito tigre, pero este cóctel donde triunfará será en el paladar. Todo lo que hacen en el Collage es cósmico, y en verano siempre caigo sin remedio en las curvas mojadas de la crema de mora, en la lubricidad del lichi, en la humedad de la ginebra y la hierba limón. Sin caretas: confieso que me he puesto caliente.

Ginebra Brooklyn. Tío Pepe. Jarabe de crisantemo. Una gotita de Abbot’s Bitter extra amargo. Y la magia de Luca, la desbordante imaginación de uno de mis bármanes favoritos. La copa es un chupetón que combina la acidez del cítrico y la frescura del crisantemo. Una fiesta de matices en la fascinante factoría de sueños etílicos de Gràcia.

Los cócteles 'tiki' de Alberto harían sangrar las flores de las camisas de Thomas Magnum. El catálogo del Tahiti es increíble, pero esta ambrosía de ron blanco, licor de melocotón, menta y piña natural gana la partida gracias a una frescura antártica. Ingredientes perfectamente equilibrados, dulzura medida, sex appeal innegable... Ideal para emborrachar a abstemios.

Un verano sin Moscow Mule es como una peli porno sin sexo. En el Negroni lo saben y preparan uno que os enfriará las gónadas con más eficacia que un Smint de nitrógeno. Lo preparan con un punto de frescura todavía más acentuado: vodka, zumo de limón, azúcar líquido, gínger, jengibre fresquísimo y pepino. Las manchas de sudor se convertirán en estalactitas.

Copa Martini, hojita de menta y tira millas. A Jordi Aluja no le hacen falta florituras estéticas para inventarse un cóctel dionisíaco, especialmente diseñado para los lectores de Time Out. Se llama Oxaca Lime y viene cargado con mezcal, zumo de limón dulce, zumo de piña, Cointreau y flor de saúco. Un orgasmo cítrico con sorpresa: parece inofensivo pero golpea muy duro, id con cuidado.

Casi 100 años contemplan esta inyección de nitrógeno y alcohol directamente en vena. Es un clásico que no encontraréis en muchos sitios de Barcelona, y en la Martinera lo preparan con muy buena mano. Cola, azúcar y zumo de limón dan sabor a una descarga de napalm con gin, vodka, ron, tequila y triple seco que convierte los hielos en armas de destrucción masiva. ¡Boom!

En el Milano ‘daiquirean’ de verdad y además os dejan escoger la fruta protagonista del brebaje: plátano, fruta de la pasión, fresa, mango o coco son las opciones para mezclar con el ron blanco y el zumo de limón. Meloso, equilibrado, refrescante, un cóctel milagroso que ayudará a los bebedores moderados a preguntar “¿vienes mucho por aquí?” como si llevaran toda la vida haciéndolo.

La presentación, colorista, floral y húmeda, hace que las retinas se deshagan de placer. Pero lo que lleva dentro esta pequeña obra de arte son fuegos artificiales para el hígado. Tequila, licor de naranja, absenta, zumo de manzana, bíter picante y miel flotan en una pintura impresionista de frescura extrema que os quitará los sofocos de golpe, pero os hará olvidar cómo volvisteis a casa.

Rojo como los labios de una 'femme fatale', este cóctel servido en vaso largo es una explosión carmesí que pide a gritos que le metáis la pajita. Suavemente. Con cuidado. Aperol, limoncello, cava, azúcar y muchas fresas sumergidas en un iceberg de hielo picado que os pondrá los pezones como misiles tierra-aire. Cien veces más eficaz que las pociones de amor de Harry Potter.

Con motivo del Chartreuse Day, el sensei Juanjo González se inventó esta monstruosidad amarillenta que recomiendo fervientemente para tres objetivos: mitigar la sed, detener el sudor y vivir en una nube etílica la próxima hora de vida. ¿Las claves? Chartreuse amarillo, ron cubano, falernum, limón dulce, piña y una copa larga con más curvas que la pelirroja de Rogger Rabbit.