Ha llovido ya desde que este icono del cosmopolitismo contemporáneo se adueñara vía Londres de la moda gastro fusión a nivel planetario. Sus códigos de globalidad japonesa –o japonismo global– no eran nuevos, sólo los perfeccionó hasta propagarse con éxito. Y veinte años después del primer Zuma, Madrid pedía a gritos el suyo. En el barrio de Salamanca –claro–, el lugar es un cúmulo de etiquetas: fashionista, la que mejor le queda.
Por lo que este local deslumbrante, que admite unos cuantos centenares de comensales al día, resulta un imán para dejarse ver en comandita. Aunque sea lejos de la barra de sushi pero bien cerca de su miso black cod, el plato celebrity. Dispone de menú business para mediodías, así como un par de omakase más historiados y peripuestos (caros) para fundir el carrete del móvil. Zuma da lo que promete, está diseñado para cada necesidad, incluyendo salas privadas o la posibilidad de cerrar el restaurante entero para el evento más exclusivo. Será por Zuma.
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