Lo mejor de cada barrio: Alonso Martínez

Tras una primera experiencia en Formentera, César Figari abrió este restaurante junto al chef Álex Vargas y su equipo de confianza. La puerta de entrada conserva un aire clandestino. Parece un lugar secreto, pero será un secreto a voces. No escatiman con la calidad del producto. Atún bluefin para su tiradito shiso y ternera gallega para su lomo saltado. Cocina fría y caliente, alusiones a las autóctonas fusiones nikkei y chifa y un original apartado con tapas de autor (recetas de destacados chefs amigos). 

Ladrillo, metal, ready-made, tonos grises y rojos, tablones ajados, mesas altas, azulejos blanquísimos y cocina a la vista. Local con aire de antiguo almacén donde parece que puedas encontrar algún rastro de Matta-Clark. Obviamente, no. Pero existe un evidente interés artístico entre los propietarios. Elige el punto de la carne ecológica de la Royale with cheese y ellos te la sirven/envuelven en un papel de estraza lo suficientemente amplio para que distribuyas por ahí salsas y sides.

Gestionado por la hispano-tailandesa Natalia Jumnaklap, en este restaurante darás un más que fiable paseo por la exótica gastronomía de aquellas latitudes. Si eres neófito, déjate llevar por su menú degustación y elige simplemente el nivel de picante de los platos. Intenta hacerte con una mesa en el espacio a pie de calle (cerca de la ventana). Si ya tienes experiencia en estos seductores sabores, solamente tendrás que escoger tu filia por el picante entre platos al wok, sopas, entrantes crujientes, curries, arroces y tallarines; obviamente en la carta aparecen varias opciones vegetarianas.

Existe un lugar conocido con el nombre de Macera TallerBar, en el que elaboran sus propios alcoholes y que es uno de los bares de Alonso Martínez más queridos. Lo regenta Narciso Bermejo, codiciado barman asturiano donde los haya y un gran conocedor de los ingredientes imprescindibles para elaborar deliciosos cócteles a partir de más de 20 destilados artesanales. Aquí, y aunque parezca mentira, no hay marcas, pero sí refrescos artesanos deliciosos, que podemos disfrutar solos o acompañados de ginebras, rones, vodkas y whiskies al granel preparados con todo tipo de ingredientes.

El que en su día fuera el Olé Lola, hoy se llama Lola 09. Cambia el nombre, sí; también la decoración, que ahora luce aspecto más industrial y desenfadado; y el concepto, urbano y fresco. Ahora bien, la esencia, esas ganas de hacer disfrutar y de garantizar la diversión a quien lo visita, siguen intactas. Lola 09 es cocktail bar, al frente del cual se encuentra Fernando Fuertes. Su carta tienta al visitante con clásicos de siempre y también alguna que otra sorpresa. Además, cuenta con servicio de cocina. Su responsable es el chef Gabriel Cavestany. Originalidad, frescura y calidad.

La vida debería celebrarse siempre cóctel en mano, y un buen lugar para hacerlo sería, sin duda, Veinti7. Desde que abrió sus puertas, esta coctelería ha vivido cumpleaños, despedidas de soltero, jornadas de team building o, simplemente, brindis entre amigos porque no es necesario una gran excusa para disfrutar de la carta, variada y completa, con la que cuenta este local. Las paredes de ladrillo visto se encargan de aportarle un estilo industrial que llama la atención nada más entrar; las luces estratégicamente situadas le aportan calidez y un toque de intimidad; y sus amplios y confortables sillones son los encargados de insinuar a quien pone un pie en sus dominios que sí, que allí van a estar cómodos.

De los dueños del antiguo RRR Bar, llega para quedarse en Alonso Martínez el Thunder Cat, conservando el espíritu de su antecesor. Su especialidad es el rock con algunos tintes pop. Bandas locales versionan grupos internacionales como The Beatles, mientras los jueves hay Jam Sessions dedicadas al pop-rock bajo la influencia de los grandes clásicos. También hay conciertos en vivo y DJs los fines de semana.

Las luces brillan muy bajas en el Búho Real y solo hay algunos puntos que vienen del pequeño escenario. Las limitaciones de tamaño aquí dictan las actuaciones, así que espera un local de jazz y grupos en acústico con bandas que toquen solo dos o tres piezas. El nombre del local explica en cierta medida la gran colección de búhos miniatura en la pantalla. El hecho de que sea un local pequeño también le da un toque acogedor. A diferencia de las grandes salas de conciertos, los cantantes están muy próximos al público, dando sensación de cercanía. Su especialidad son los cantautores y es un buen sitio si te gusta descubrir nuevos talentos.

Hace tiempo era un pub irlandés, pero desde hace unos años lo transformaron totalmente en un espacio chill-out que cubre todo el espectro: de día, se puede comer y picar algo; por la tarde, cambia radicalmente y, de repente, es un sitio donde relajarse; y por la noche se calienta para recibir a gente cool en su tour nocturno de la ciudad. Su lounge con sofás y cojines hace difícil irse.

Además de una canción de los sesenta, Margarita se llama mi amor es otra de nuestras floristerías favoritas. Está ubicada en la calle Fernando VI semiesquina con Campoamor y destaca por su decoración a base de mobiliario blanco con reminiscencias a la Toscana y, por supuesto, por su gran variedad de  plantas, árboles frutales de temporada, flores especiales, que no encontraréis en otro lugar, y arreglos florales, además de jarrones y macetas con mucho estilo. Un pedacito de naturaleza se ha colado hasta Alonso Martínez. 

Esta firma de complementos nació en 1997 de la mano de Ana Carrasco y de su marido Jaime Lara. Sus coloridos y frescos diseños son conocidos tanto a nivel nacional como a nivel internacional, tras haber participado en varias ediciones de la Mercedes-Benz Fashion Week de Madrid. En 2010 abrieron su primera tienda física en la calle Lagasca de la capital. Solo la decoración de sus establecimientos ya merece una visita.

¿A qué huele un hogar en el que uno se siente a gusto? A serenidad, a nostalgia, a infancia, a pueblo. A lo cotidiano. Como aquel jabón perfumado de lavanda que utilizábamos en casa de la abuela, o los platos esmaltados donde comíamos sopa, o aquellos vasos de cobre en los que bebíamos el agua fresca en verano. Recuerdos que de pronto vuelven a la memoria nada más cruzar el umbral de González & González, un comercio con alma y aspecto a aquellos de toda la vida.