Pau Roca, en la corta distancia, desprende un magnetismo muy fuerte. Sabe mirar al espectador a los ojos, esbozar una sonrisa y hacer que la persona que lo mira le devuelva el mismo gesto, aunque esté hablando de los intentos de suicidio de su madre. No es él, sino el personaje creado por Duncan Macmillan quien se expresa a través suyo, pero hay que tener una pasta especial para ponerse en según qué piel. Porque lo que se relata aquí, en Les coses excepcionals, es una auténtica tragedia vista a través de los ojos de un niño.
Un niño que crece con una madre que no quiere vivir, mientras él hace todo lo que está en sus manos para demostrarle que hay cientos de razones para seguir aquí. Irá tejiendo una lista que, a lo largo de los años, entre otros intentos y otras depresiones, se irá haciendo más y más larga, y que constituirá el esqueleto de una obra espléndida que nos hará mirar la vida de otra manera. Porque el niño que pone en marcha la función nunca dejará de ser pequeño, nunca dejará de estar pendiente de su madre.