Fantàstic Ramon es la historia de un pueblo inventado, Santa Aurora de la Pietat, donde ocurrirán cosas que parecen extrañas, pero que podemos ver continuamente si levantamos la vista o prestamos bien atención. La obra comienza con la llegada de dos extraños, una profesora altamente capacitada, Margarida (Vanessa Segura), y un muñeco de trapo que nace de Clara (Anna Moliner). Dos vidas que, a pesar de los intentos, serán incomprendidas y se cruzarán de manera inevitable.
Es muy interesante la propuesta de Clàudia Cedó. Sobre todo, porque para contar la historia de un niño diferente al resto utiliza tres tipos de intérpretes: los convencionales, los que tienen diversidad funcional de su compañía Escenaris Especials y, finalmente, el muñeco de trapo. ¿Quién es el extraño?, nos viene a preguntar.
Tiene toques de humor absurdo y, al mismo tiempo, plantea grandes temas
Aquí, además, hay grandes ideas, como un locutor de radio sordomudo que se comunica con el público en lenguaje de signos (subtitulado) o la aparente normalidad con la que el pueblo acoge el nacimiento del muñeco. Aparte de una propuesta estética muy atractiva, como la escenografía de Max Glaenzel o las del titiritero Andreu Martínez, porque el hijo de Clara y Josep (Francesc Ferrer) irá creciendo.
El problema aparece cuando, al final de las casi tres horas de montaje, no sabemos muy bien qué hemos visto: ¿Comedia? ¿Drama? Porque la obra tiene todos los ingredientes del drama, incluso de la historia de terror, pero no acaba de serlo. ¿Hemos visto una versión de Dogville? ¿Una obra de Jean-Paul Sartre? ¿Una pieza inspirada en los Monty Python? Porque tiene toques de humor absurdo y, al mismo tiempo, plantea grandes temas, como los de la alteridad y la diferencia.
Que haya en escena actores y actrices convencionales mezclados con los de Escenaris Especials no es ningún problema. Es más, nos hace preguntarnos por qué Marc Buxaderas y Andrea Álvarez, por ejemplo, no participan en más obras de teatro profesionales. Son grandes intérpretes, algo que ya pudimos comprobar en Mare sucre, una pieza que no tiene nada que ver con Fantàstic Ramon.
Donde el montaje de Cedó patina es, precisamente, en la dirección. Es como si no hubiera terminado de atar cabos, o que el montaje se le hubiera ido de las manos. ¿Ha sido demasiado ambiciosa? Tal vez, pero el intento ha valido la pena. Cedó ha roto muchas barreras y esperamos ver nuevos avances.
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