Hay restaurantes que parece que se hayan detenido en un tiempo pretérito. El Bonanova es un ejemplo. En una calle que sube hacia la señorial plaza de la Bonanova, ocupa dos salas amplias decoradas en un estilo de antes del diseño de interiores. La carta, por suerte, también se ha detenido en el tiempo y es generosa en guisos como el rabo de buey a la cordobesa, unos soberbios pies de cerdo a la antigua y un fricandó tan meloso que se deshace en la boca. Unos camareros que dominan el oficio y Adolfo como maestro de ceremonias acabarán de haceros sentir como comensales afortunados de otra época. La cuenta, sin embargo, es más que actual.
Los mejores sabores llegan después de un cuidado proceso de chup-chup. Un buen guiso siempre apetece, cualquier excusa es buena para rendir homenaje a la cocina de siempre, a los sabores más nuestros, y a los platos más sabrosos, nutritivos y reconstituyentes. ¡Cucharas arriba!
NO TE LO PIERDAS: Los 50 mejores restaurantes de Barcelona