Carles Gaig tiene, justo enfrente de la casa madre del Majestic, una plaza de cocina inteligente y de buen producto, pero tradicional y fàcil de entender: ensaladilla rusa con ventresca de atún, canelones con crema de trufa (de los mejores de la ciudad), y todo un repertorio de platos de cuchara o viscerales que no es que hayan caído en el olvido, es que cuestan tanto que hacer que hay que encontrar un lugar con mano y paciencia. Como por ejemplo, esa variante del capipota que es tripa y capipota con patatas fritas –pura cocina popular de casa de comidas– o unos pies de cerdo sin trabajo rellenos de confit de pato, o unos cerebritos a la romana. Mención aparte merecen los arroces, como el arroz de pichón y cepas o el del señorito. Esta ha sido la casa de Fermí Puig y Jubany, y no se nos puede ocurrir un mejor relieve que Gaig, uno de los chefs de alta cocina que más han hecho por la tradición catalana.
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