Su nombre es un baluarte de la cocina tradicional catalana bien entendida y con saber hacer. La experiencia lo es todo, dicen, y en el caso de Fermí Puig se traduce en marca de calidad, respeto por las recetas clásicas y precisión en las cocciones y los gustos. Ya hace varios años que Puig, junto con su jefe de sala inseparable, Alfred Romagosa, abrieron este restaurante. Una fórmula a muy buen precio, tanto al mediodía como por la noche, si se tiene en cuenta el resultado tanto en la cocina como en el servicio, acogedor y amable, con vocación. En los fogones, Puig eleva a alta categoría platos como un capipota con pisto, un asado, unos calamares con garbanzos o el caldo con galet y pilota.
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