En Enric Granados, ahora la gran autopista de la deglución, la fábrica de hacer comensales, en el Sense Pressa –abierto en 2005, mucho antes de la fiebre del oro– se come sin sufrir el doble turno. Solo son ocho mesas –¡puerta con puerta con un local de 2000 m²!– donde José Luís Díaz, que tiene 61 años y cocina desde los 15, ejerce de cocinero para cocinero, haciendo platos “que quizá ellos no pueden ofrecer en sus restaurantes pero comen aquí”.
Guisos hechos con paciencia que se saborean con calma. Hay unos clásicos de base y un sentido de la temporalidad radical, vehiculado en platos del día como los rebozuelos salteados con butifarra negra. ¿Secreto? Más bien una joya encajonada entre modas.