Años antes de que la locura por el 'brunch' y Asia nos abduciera, en 2007, Sergi Ballús se quedó con el Occi (en catalán, no diga 'ochi'!). Había trabajado en el Lluçanès, y en el Occi puso en práctica los mismos principios: cocina catalana creativa, que apuesta por la fusión y redefinición de platos, producto excelente, generosidad y solidez a prueba de modas. Tiene platos clásicos (carpaccio de gambas, escalope de foie gras ...) y un menú de mediodía potentísimo: quién puede decir que no a una dorada fresca con patata enmascarada y a unos huevos revueltos de setas y ajos tiernos con vieiras?
Girona ... ¡Qué ciudad más bonita! Es maravillosamente placentera como ciudad compacta. En el centro de Girona lo tienes todo a seis minutos a pie, y es un núcleo histórico donde todo es agradable y pulcro. Esto no quiere decir que sea un decorado de cartón piedra. Pero Girona pasó de ciudad gris y clerical a reunir lo mejor de la vida urbana y la apoteosis cuqui ampurdanesa a gran escala. Es un lugar idóneo para comer bien: aúna cocina catalana de toda la vida y nuevas tendencias y está lleno de grandes restaurantes, algunos con estrella Michelin. Aunque algunos vecinos se quejan de la subida de alquileres que ha provocado la inmigración de estadounidenses locos por el ciclismo (por culpa de Lance Armstrong) a los que les encanta la buena mesa. Esto es el precio del 'city branding', queridos vecinos, de eso en Barcelona sabemos mucho.