Lavínia era la única heredera al trono del Lacio según la mitología romana. Para Salvador Espriu, Lavínia fue Barcelona, una ciudad a la que admiraba y aborrecía casi a partes iguales (y otra de las claves de su mitología geográfica, al lado de Sinera y Konilòsia). Coincidiendo con el centenario del nacimiento del poeta, novelista y dramaturgo, y biografía de Agustí Pons en mano, recorremos los puntos clave de la otra gran ciudad de Espriu.
El Pati de Lletres
Nos detenemos en el edificio histórico de la Universidad de Barcelona y recorremos los pasillos que llevan a los claustros: Espriu era uno de los habituales del Pati de Lletres en los años 30. Llegó a la facultad en otoño del 1930, como recuerda Pons a Espriu, transparente (Proa), y se matriculó en la Facultad de Derecho y en la de Filosofía y Letras después de recibir un premio extraordinario de bachillerato. El estudiante hizo amigos (aquí es donde conoció al poeta mallorquín Bartomeu Rosselló-Pòrcel, entre otros), se inició en el descubrimiento de Oriente -sobre todo gracias al mítico crucero por el Mediterráneo en 1933- y se convirtió en un profundo conocedor de la egiptología y la historia antiguas, materia de la que se licenció en 1936. Un año antes publicaba 'Ariadna al laberint grotesc', donde Salom, alter ego de Espriu, pronunciaba por primera vez el nombre de Lavínia.
Teatro en la Cúpula
La segunda parada, delante del Coliseum, tiene gusto teatral. Espriu se vinculó con la Associació Dramàtica de Barcelona y la agrupación liderada por Jordi Sarsanedas fue la encargada de estrenar 'Primera història d'Esther' en el Palau de la Música en 1957. Pero donde la obra teatral del poeta cogió fuerza fue aquí, en la cúpula del Coliseum, el espacio que el FAD había cedido a la Escola d'Art Dramàtic Adrià Gual, el teatro más frecuentado por los universitarios de la época. El grupo de Ricard Salvat, Maria Aurèlia Capmany y compañía reposaron la 'Primera història d'Esther', y estrenaron 'La pell de brau' y el éxito del momento en los 60, 'Ronda de mort a Sinera'.
Mientras ejercía de abogado...
Los escaparates de marquetería rodean el número 32 del paseo de Gràcia, una portería señorial, digna de despacho de notario. Salvador Espriu, que no tuvo puesto como profesor en la universidad al final de la Guerra Civil y tenía que mantener a la familia después de la muerte de su padre, trabajó durante más de 20 años en la notaría Gual. De día trabajaba de abogado, por la noche escribía 'Les Hores', 'El caminant i el mur' y 'El final del laberint', entre otras obras.
La casa del poeta
Volvemos al paseo de Gràcia y ascendemos hasta los Jardinets, territorio 100% de Espriu. Primero, el poeta vivió en la Casa Fuster, sede histórica de Enher y el apodo con el que se conocía la obra de Domènech i Montaner. Pons señala los personajes que pasaron por este espacio mítico donde se celebraban lecturas y charlas: Josep Pla, Baltasar Porcel, los chicos de Llibres del Mall y también Raimon. Sus últimos años de vida, Espriu los pasó en el número 118 del paseo de Gràcia.
'He mirat aquesta terra'
El CCCB, y la exposición Espriu. He mirat aquesta terra, puede ser inicio o final de la aventura. La muestra presenta la trayectoria y la biografía del escritor, la construcción del mito de Sinera, su consagración como autor de referencia, los personajes y los lugares clave del imaginario de Espriu, y la última etapa de su carrera, dedicada a reescribir y pulir el corpus literario. Una parte de su obra se lee a pie de calle, en una ruta ideada y conducida por la catedrática de literatura catalana Maria Nunes.
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