Para que os hagáis una idea: sería como si fuéramos a Estocolmo y encontráramos un bar de tapas dedicado a Hernán Cortés. El Obama se vende como un pub dedicado a la british África. Su ambientación es una conseguidísima evocación de los clubs privados donde los ingleses iban a beber después de haber hecho un agradable safari colonial. Sofás de piel, animalitos inanimados por todas partes de madera conforman el mobiliario de un pub que suple su falta de personalidad –culpad al colonialismo, culpad a la esquina Gran Via-Rambla de Catalunya– con un perfecto desarrollo del concepto. Peter O’Toole sería fan.
Es el pub que todo el mundo conoce. Tiene más barras que un club de streaptease y más teles que la gira Zoo TV de U2. Aquí van a parar los guiris que van y vienen de la Sagrada Família, gente del barrio y colonia anglosajona venida de toda la ciudad. Tiene un menú arregladito, una programación de acontecimientos deportivos televisados completísima y, a pesar de tu popularidad, mantiene cierta calidez. La decoración es de manual. Es a lo pubs lo que Springsteen al rock: gusta igualmente a gente con sapiencia enciclopédica coma a gente a quien sólo le gusta Springsteen.
Más que un pub es un parque temático. Situado en el local que fue un cine porno, el George Payne es de esos pubs donde entran manadas de despedidas de soltero, grupos que se han hecho una camiseta para celebrar la aventura que significa coger un Ryanair de hora y media y plantarse en el Mediterráneo, y pequeños grupos de turistas hartos de dar vueltas buscando un sitio donde entiendan algo del menú. Tienen uno de los mejores fry ups (almuerzo irlandés le llaman) de la ciudad y una oferta que permite que, durante los días de la semana y a mediodía, coman dos y pague sólo uno (el más listo).
La adúltera más famosa de la historia irlandesa sólo podía ser inglesa. Este pub, que lleva el nombre de esta controvertida figura de la política de la isla en el siglo XIX, es uno de los pubs de Barcelona donde mejor se come. A mediodía tienen un menú fantástico. Por la noche, algunos dicen incluso que han visto mesas con manteles blancos. La clientela es muy de oficina, cosa que le da un aire de 'City' londinense pero pasado por el filtro local. Medias pintas y conversaciones sobre Begur, en vez de pintas a docenas y discusiones sobre el culo de Pippa Middleton.
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