Can Ferraiuolo
Can Ferraiuolo

Los bares más originales de Barcelona

Una ruta por las barras más sorprendentes, creativas y peculiares de Barcelona

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Si estáis hartos de ir siempre a los mismos bares, aquellos que perpetra un único diseñador nórdico en serie, si queréis sorprender a alguien o si sencillamente os apetece hacer una ruta de cañas original, esta es la vuestra. Algunos de estos lugares os sonarán, pero otros seguro que os sorprenden. Bares que hacen su propia cerveza, bares que son un puerta a un universo de serie B, bares con todo el encanto de un tugurio clandestino, bares que son como burdeles caribeños... ¡Aquí no os aburriréis!

  • Cervecerías artesanas
  • L'Antiga Esquerra de l'Eixample
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Garage Beer Co
Garage Beer Co
Me gusta pensar que el garaje Beer Co. comenzó como Apple: en un garaje. Con dos amigos que querían hacer cerveza artesanal y han acabado pilotando un Halcón Milenario del lúpulo. Con una idea humilde que se convierte en un triunfo colosal.Entras en el local y te das cuenta que has accedido a una cervecería artesanal diferente. Es un espacio industrial, profundo, alto, grisáceo. Emula claramente un garaje, una sensación que se rompe puntualmente gracias a las mesas altas y los taburetes del pasillo de entrada.La barra granítica funciona como perfecto búnker para los que no quieren adentrarse en las tripas de esta taberna 2.0. El diseño industrial, también presente en este altar macizo, es el leitmotiv estético de una planta que también ofrece un lounge relleno de sofás retro de inspiración hipster. Y al fondo del local, la joya de la corona: una pequeña fábrica donde los chicos de Garage Beer Co. facturan su propia cerveza. Así de fácil.Y esto es precisamente lo que pido: un trago suave y rosado de fabricación propia que se llama Riba y aterriza en la mesa con vaso personalizado de la casa. Sencillamente de-li-ci-o-sa. Decido seguir los consejos del bartender y acompañar la birra con uno de los ofrecimientos culinarios de la casa. Dicen que el sándwich de porchetta es celestial, pero siento curiosidad por los nachos y el acierto del todo: son mejores que el 80% de los restaurantes supuestamente mexicanos de Barcelona.
  • El Gòtic
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Qué bien se vivía en las cavernas, amigos míos. No teníamos problemas de hipoteca, no sufríamos escapes de agua, no teníamos que soportar vecinos con síndrome de Diógenes. Por eso me gusta Las Cuevas del Sorte, porque está decorado como si fuera una gruta ancestral y porque entrar es como volver a aquellos tiempos en que el hombre tenía bastante con un garrote y unos calzoncillos de piel de mamut para ser feliz.Este curioso bar es un agujero esculpido en la piedra del sombrío calle Gignàs, una de las arterias más malolientes del Gótico. La planta superior del local es una locura: las paredes blancas, con todo tipo de desniveles, imitan las formas caprichosas de una cueva y todo el espacio está recubierto de incontables de estalactitas. Y hay por todas partes, incluso bajo la barra!La cueva, donde se accede a través de unas puertas de madera que parecen excedentes de los decorados del Señor de los Anillos, es la gran atracción del local y tiene un aroma caribeña especial.
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  • Bares de vinos
  • El Raval
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Bajo unas escaleras retorcidas, me adentro en las catacumbas de la Casa Camper y, de repente, se materializa ante mí una burbuja rectangular de madera llena de sillones retro. Parece una coctelería clandestina del Hollywood de los años 50.La colonia de Humphrey Bogart se puede oler todavía. Los altavoces rellenan de jazz espasmódico el vacío. Dos mesas de billar americano en un estado impecable presiden: los tacos, colgados en las paredes; las bolas, perfectamente dispuestas en el tapete. Litografías y cuadros rodean este speakeasy y conducen la mirada del bebedor al púlpito, la barra. Concretamente al hipnótico peinado afro de Archie, un bartender de altísimo vuelo que prescinde de carta y prefiere hablar con el cliente. Me trae un Bloody Mary de wasabi y sufro un ataque de priapismo etílico: delicioso.Remueve la muñeca y se saca del sombrero un Strawberry cocoa con vodka y una pizca de chocolate. Y el tipo acierta siempre. De hecho, a mi compañera le prepara un trago vigorizante con fruta de la pasión. Dicen que es un afrodisíaco infalible. Dicen, dicen, dicen...
Can Ferraiuolo
Can Ferraiuolo
Es un lugar ideal (o no) para una visita en estado de conciencia mercurial. Está en Sant Gervasi pero podría estar ubicado en el planeta Melmac. El bar está lleno de toneladas de recuerdos frikis: muñecos, caretas, posters, monstruos, no hay un solo rincón que no esté habitado por alguna aberración de plástico. La mejor terapia de shock para luchar contra la claustrofobia.
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  • Música
  • El Raval
Madame Jasmine
Madame Jasmine
Si hay un bar en el Raval oculto que representa como nadie el espíritu caótico del barrio, este es Madame Jasmine. Una oda a la fealdad, una carta de amor a las decoraciones de contenedor, un sálvese quien pueda estético que produce perplejidad. La sofisticación es una utopia en este tierra extraña. Objetos acumulados, lámparas psicodélicas, papel pintado kitsch, mobiliario reciclado de ve a saber donde, ambiente de bohemia crustie. Un islote de autenticidad ravalera en un mar de kebabs y shauarmas.
  • Coctelerías
  • Dreta de l'Eixample
No os fijéis en la dirección de la ficha: es la del Bar Mut. El Mutis es su hermano escondido y coctelero. Podréis entrar en esta encantadora coctelería oculta –ganó el premio al mejor bar de Europa de la revista 'Drinks International' de 2012– si reserváis por teléfono o preguntáis en el Mut (siempre que lo hagáis con educación). Robert De Niro quiso abrir una sucursal en Nueva York.
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  • El Raval
  • precio 1 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Una barra de madera, suelo de baldosas, espejos en las paredes, verdor vegetal a la entrada y ni rastro de hedor de pescado frito: el fish & chips no triunfó en la rambla del Raval y dos venezolanas intrépidas se hicieron con el local. Hace dos años que Romi -propietaria del Foxy de Riera Alta- y Vanesa -arquitecta- se instalaron en la arteria principal del barrio, junto a la otra perla, el Madame Jasmine, y se puede decir que han conseguido lo que se proponían: abrir un bar-restaurante popular y de calidad que la gente prueba, repite y recomienda.¿Qué tiene, el Palosanto, que lo hace tan atractivo? Para empezar, un trato franco y cercano: desde la atenta Vanesa hasta la chispeante Marta, pasando por Carlos –uno de los camareros con más fans de la ciudad–, todos te hacen sentir como en casa. Después, la manduca. El mejor comentario sobre su cocina se lo hicieron una pareja de chicos cuando marchaban tras haber cenado: "Se nota que está hecha con amor". El salmorejo, con espárragos, huevos de codorniz y jamón, es sensacional; la tortilla de patatas del cocinero Marcos tiene devotos; el bocadillo de calamares con mayonesa de ajo confitado, aguacate y wasabi parece ideado expresamente para perder el seso.
  • Coctelerías
  • El Raval
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Olímpic Bar
Olímpic Bar
El Olímpic Bar es un vórtice en torno al cual giran en espiral bohemios, hipsters, crust, freaks del Raval, grupos de universitarios borrachos que quieren ver el fútbol, ​​parejitas con poca pasta en los bolsillos... Este dinosaurio, revivido recientemente para felicidad de los arqueólogos del buen beber, conserva su encanto primigenio, pero ha vuelto con un lifting de espíritu tan bestia que se ha convertido en un delicioso contraste viviente: es un bar de viejos que vuelve locos a los jóvenes. Con un despliegue inhumano de baldosas de los setenta y un mobiliario de madera cromada de lo más kitsch, el Olímpic recuerda al clásico bar rancio del Raval, y en esencia lo es, pero sus reanimadores han conseguido darle una pátina de modernidad reciclada y una personalidad de clara influencia hipster que funcionan muy bien. Intentad relajaros en sus butacones de la entrada y desde allí podréis tener una visión privilegiada del tráfico- y del tráfico- de la calle Joaquín Costa. Si miráis hacia dentro, veréis que el local, con las paredes pintadas de azul cian, se estira siguiendo una barra metálica provista de un escaparate de charcutería de barrio lleno de frutas de todo tipo (hacen unos zumos cojonudos). Podréis pasar el día entero matando el gusanillo con aperitivos, tapas, ensaladas y picoteo a precios de barrio.
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  • Vila de Gràcia
  • precio 1 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
El vino y la taberna son más antiguos que el ir a pie. Los bares son para refugiarse, relajarse y tomar algo (la mayoría), para dejarse ver (los locales de moda), para no volver (últimamente de éstos, totalmente deshumanizados, hay demasiados) o para conspirar (por ejemplo La Tranquil·litat, en el Paral·lel, bar anarquista por excelencia de la Rosa de Foc).No sabríamos estar sin bares. Se abren, se cierran y, contra viento y marea, sobreviven un puñado. Uno de estos bastiones irreductibles es la Bodega Marín. ¿Qué tiene la Bodega Marín, que congrega a una parroquia fiel y enamora a los transeúntes? El encanto de lo genuino. El olor de sus tinas te habla de los casi cien años de tradición del negocio; las paredes altas –que han sido testigo de mil historias–y tapizadas con botellas de todos los tamaños y procedencias te acogen; mirando el suelo, un salpicado de blanco y negro, te puedes perder y empezar a percibir lo que significa ver en cuatro dimensiones.Si escuchas bien, las conversaciones de los habituales te sorprenderán, porque se llegan a oír más verdades que en muchos cenáculos intelectuales. En la Marín se puede beber buen vermut, vino, cerveza y otros alcoholes. También tienen cosas para picar. Pero en la Marín, sobre todo, se viene a estar, a encontrarse con los amigos sin necesidad de llamarlos, se viene a divagar, a compartir ocurrencias.
  • Venezolana
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Sencillez y calor. El Pura Vida ofrece una mezcla de estilos estimulante: influencias latinas y europeas flotan en una atmósfera sedante, relajada. La pureza del blanco, omnipresente, encaja perfectamente con el candor de la madera y el parquet. Es un espacio que se adentra en las tripas de un viejo edificio del Born, limpiando con estilo lo que antes se intuía un agujero insalubre. Desde la oscuridad que domina el exterior, apetece mucho entrar. El Pura Vida consta de tres ambientes: una barra de mármol de lo más hospitalaria (ventanal a la calle incluido); una sala interior con cómodos sofás y cojines de colores, y la joya de la corona para los que quieren alejarse del género humano: un pisito superior con vistas panorámicas a la barra que funciona como perfecto oasis para parejas. Las butacas rococó y las mesitas bajas invitan a quedarse en las alturas. Hora de pedir. He leído que los cócteles son espectaculares. Decidimos probar uno clásico y uno de la casa. El Bloody Mary resulta ser correcto, pero ni mucho menos estaría entre los mejores de la ciudad. En cambio, el Cucumber Cooler es otra cosa. Ginebra, Ginger, pepino y jugo de limón en una copa ondulada. Frescura. Dulzura. Ideal para matar la sed e invocar al pedo. Queda claro que, aparte de los gin-tonics, las combinaciones más afrutadas y originales son el fuerte de la casa. Por lo tanto, decidimos hacer cojín y atacamos también la carta, llena de platillos de inspiración latinoamericana.
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