Me gusta pensar que el Garage Beer Co comenzó como Apple: en un garaje. Con dos amigos que querían hacer cerveza artesanal y han acabado pilotando un Halcón Milenario del lúpulo. Con una idea humilde que se convierte en un triunfo colosal.
Entras en el local y te das cuenta que has accedido a una cervecería artesanal diferente. Es un espacio industrial, profundo, alto, grisáceo. Emula claramente un garaje, una sensación que se rompe puntualmente gracias a las mesas altas y los taburetes del pasillo de entrada.
La barra granítica funciona como perfecto búnker para los que no quieren adentrarse en las tripas de esta taberna 2.0. El diseño industrial, también presente en este altar macizo, es el leitmotiv estético de una planta que también ofrece un lounge relleno de sofás retro de inspiración hipster. Y al fondo del local, la joya de la corona: una pequeña fábrica donde los chicos de Garage Beer Co facturan su propia cerveza. Así de fácil.
Y esto es precisamente lo que pido: un trago suave y rosado de fabricación propia que se llama Riba y aterriza en la mesa con vaso personalizado de la casa. Sencillamente de-li-ci-o-sa. Decido seguir los consejos del bartender y acompañar la birra con uno de los ofrecimientos culinarios de la casa. Dicen que el sándwich de porchetta es celestial, pero siento curiosidad por los nachos y el acierto del todo: son mejores que el 80% de los restaurantes supuestamente mexicanos de Barcelona.
Aquí la cultura de la cerveza se vive de una forma diferente: esto no es una cervecería, no es una fábrica, es el garaje de vuestros sueños, el antídoto contra la cerveza industrial de resaca gorda. Bienvenidos al pub del futuro.
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