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Escapadas singulares por Europa para aprovechar el puente de diciembre

Ponemos rumbo a destinos europeos para una última escapada antes de que la Navidad lo invada todo con sus iluminación y sus abetos

Noelia Santos
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Llega el puente de diciembre, y si todavía no sabes dónde viajar, te proponemos unos cuantos destinos diferentes para que hagas la escapada perfecta, y posiblemente la última del año. Desde ciudades bonitas y singulares, a paisajes de cuento que presumen de estar entre los mejores destinos de Europa para hacer una escapada en diciembre. 

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1. Toulouse (Francia)

No mentimos si decimos que el mejor momento para viajar a Toulouse es justo ahora (y siempre). La Ciudad Rosa (conocida así por el color de sus fachadas al contacto con la mágica luz a orillas del río Garona) está de estreno, con una propuesta única en Europa: LuneXplorer, lo más nuevo de la Cité de l'espace, este parque temático sobre la industria espacial con el que los visitantes pueden desde ya convertirse en astronautas por un día y participar en una recreación de la misión a la luna. Eso para los viajeros que quieran un plan de viaje en familia. Pero quienes prefieran algo más alternativo, imprescindible una visita a Halle de la Machine, algo así como una nave industrial de figuras articuladas gigantescas (desde su icónico Minotauro a Llitt, su nueva estrella, mostrada por primera vez en octubre de 2024) que han hecho del antiguo hangar de la aviación de Toulouse la sala de operaciones de la compañía de teatro callejero más popular (y extravagante) de la ciudad. Y luego está la Navidad (los puestos de su mercadillo navideño más famoso, instalado en la Place du Capitole (desde el 28 de noviembre), aunque esta ciudad no necesita de una dosis extra de adornos para convertirse en la escpada perfecta.

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Eslovenia es, geográficamente, la puerta de los Balcanes, y Liubliana, su capital y la ciudad más grande de todo el país. Y uno de los secretos mejor guardados de Europa. Todavía se la conoce como la ciudad de los dragones (herencia medieval), pero quienes pasean hoy por sus calles son sobre todo universitarios y jóvenes (muy bien informados) atraídos por el nuevo carácter vibrante de esta ciudad, convertida en uno de los centros neurálgicos del diseño, el urbanismo y la sostenibilidad de Europa. Un buen ejemplo es el Center Rog, una antigua fábrica de bicicletas a orillas del río reconvertida en hub creativo y de diseño, con biblioteca, cafetería, bistró y una gran terraza con vistas a la ciudad. Es el lugar donde lo viejo y lo nuevo conviven, porque, al tiempo que se preserva la tradición popular (desde el esqueleto metálico de principios del siglo XX a maestros artesanos que imparten oficios tradicionales), surgen nuevos talleres (textiles reciclados, cerámica de diseño, de joyería de vanguardia, de robótica, de fabricación de muebles sostenibles, incluso de cocina) de la mano de diseñadores modernos y amateurs aficionados. Entre todos, casi cualquier oficio tiene su espacio en este lugar que, si no hubiera sido por las iniciativas populares y ciudadanas, seguiría vacío y abandonado.

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A poco más de media hora desde Lisboa (unos 40 kilómetros), justo antes de adentrarnos en la región del Alentejo, se encuentra la puerta de entrada a Setúbal, ese municipio oculto tras las montañas del Parque Natural de Arrábida. Una carretera serpenteante y panorámica sirve de bienvenida, mientras dejamos en el retrovisor algunas de las perspectivas más bonitas de la zona: en sus 17.000 hectáreas se esconden más de 40 kilómetros de senderos y preciosas playas como Galapinhos, un refugio de aguas tranquilas y cristalinas accesible solo para locales (y para los viajeros mejor informados que leen Time Out). Es precisamente su ubicación, en el estuario del río Sado (rodeado de agua pero protegido de las olas del mar) lo que ha marcado la historia de este municipio portugués, que presume de tener el segundo humedal más grande del país (solo por detrás del estuario de Tajo), un oasis de biodiversidad y un lugar único para el avistamiento de aves (como los estilizados flamencos) y especies marinas. Este es, de hecho, el único lugar de Europa con una comunidad de delfines residente, y se pueden avistar en una visita en barca. Si os apetece descubrirlo, ahora es buen momento para viajar hasta Portugal y ver todo lo que tiene que ofrecer esta región desconocida para muchos.  

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Para los adictos a la Navidad y la calidez del adviento, viajar en busca de los mejores mercadillos navideños es casi una obligación. Elegir solo uno es prácticamente imposible, pero como siempre hay que empezar por un principio, ¿por qué no hacerlo por el mejor? Todos son especiales, pero el de Budapest ostenta el título de mejor mercadillo de Navidad de Europa durante varios años consecutivos. Si queréis descubrir por qué, solo tenéis que viajar hasta la capital de Hungría entre los meses de noviembre y diciembre, y averiguarlo. Pista: poned rumbo hasta La Basílica de Adviento, que así se llama la feria que se instala justo ahí, frente a la basílica de San Esteban, una de las plazas más impresionantes de la capital húngara. En ese escenario tan particular, se colocan más de cien puestos de artesanía y gastronomía local, una pista de hielo y un espectáculo de luces proyectadas sobre la fachada de la basílica. Así resulta casi imposible no caer rendidos al espíritu navideño. 

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5. Rovaniemi (Finlandia)

Hay muchos motivos para viajar a Finlandia durante todo el año, pero diciembre lo convierten en uno de los favoritos: para los cazadores de auroras boreales, y para los que quieren volver a ser niños, porque aquí se esconde la auténtica casa de Papá Nöel (la única y verdadera). Solo tenéis que ir a Rovaniemi para descubrirla. Importante: acordáos de pedir cita previa para que Santa os reciba como os merecéis. 

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Malta es uno de los cinco países más pequeños de Europa, pero en sus poco más de 300 kilómetros cuadrados esconde más de 7.000 años de historia. Muchos lo conocen por ser un destino imprescindible para aprender inglés, pero sería una pena reducir Malta solo a eso. Además, sus suaves temperaturas durante todo el año la convierten en un destino imprescindible incluso en invierno (porque siempre parece verano). Y si Malta es el país más pequeño de Europa, La Valeta es la capital europea más pequeña. En ella el reguero de turistas es incesante, pero el encanto de su casco histórico y amurallado, declarado patrimonio de la humanidad, se mantiene intacto. Fachadas de aspecto decadente (recuerdan mucho a las de Lisboa), cabinas de teléfonos rojas (todavía herencia británica), puertas y contraventanas en azul cielo (que te llevan directos a Santorini), terracitas con alma de trattoria (tan de la Toscana italiana)... De visita obligada: la Concatedral de San Juan, uno de los templos barrocos más impresionantes y sobrecogedores del mundo, es una de las visitas imprescindibles.

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