[title]
¿Qué tiene Portugal para que siga sorprendiéndonos con lugares increíbles en los que querríamos perdernos todo el rato? Es cierto que casi cualquier ciudad del país vecino es perfecta para una escapada (Lisboa, Oporto...) pero como sabemos que en verano la playa es lo que más apetece, hemos viajado para descubrir otros rincones secretos de Portugal, más allá de las paradisíacas (y masificadas) playas infinitas de Comporta, o los acantilados vertiginosos del Algarve en los que es prácticamente imposible encontrar un hueco libre en sus playas más famosas. Y los hemos encontrado en una preciosa bahía marinera escondida entre la desembocadura del río Sado y el océano Atlántico, a los pies del paraíso natural de la Sierra de Arrábida y a solo unos kilómetros de la 'isla' de Troya.
A poco más de media hora desde Lisboa (unos 40 kilómetros), justo antes de adentrarnos en la región del Alentejo, se encuentra la puerta de entrada a Setúbal, ese municipio oculto tras las montañas del Parque Natural de Arrábida. Una carretera serpenteante y panorámica sirve de bienvenida, mientras dejamos en el retrovisor algunas de las perspectivas más bonitas de la zona: en sus 17.000 hectáreas se esconden más de 40 kilómetros de senderos y preciosas playas como Galapinhos, un refugio de aguas tranquilas y cristalinas accesible solo para locales (y para los viajeros mejor informados).
Es precisamente su ubicación, en el estuario del río Sado (rodeado de agua pero protegido de las olas del mar) lo que ha marcado la historia de este municipio portugués, que presume de tener el segundo humedal más grande del país (solo por detrás del estuario de Tajo), un oasis de biodiversidad y un lugar único para el avistamiento de aves (como los estilizados flamencos) y especies marinas. Este es, de hecho, el único lugar de Europa con una comunidad de delfines residente, y se pueden avistar en una visita en barca.
Ostras, palacios y azulejos: un paraíso escondido cerca de Lisboa
Setúbal desprende un increíble aroma marinero, desde el popular choco frito (el plato estrella) a las ostras (criadas en el estuario del Sado antes de ser exportadas a Francia, donde ganan prestigio y toda su popularidad). Pero ninguno tan sugerente y cautivador como el de sus conservas, cuya industria marcó el paisaje de la ciudad hasta hoy. La tradición conservera de Setúbal se remonta al siglo pasado, cuando la mayor parte de la población vivía de las capturas que los marineros traían desde el mar: una vez en tierra, eran las mujeres quienes se encargan de procesarlo, convirtiendo a Setúbal en el principal mercado de pescado del país (y su despensa más interesante). Hoy sigue estando considerada como la capital del pescado fresco de Portugal, aunque ya no existe ninguna fábrica. Pero el legado y el recuerdo perviven gracias a iniciativas como el Museo del Trabajo Michel Giacometti, un lugar emocionante que recrea las durísimas condiciones de vida de una industria que dio fama y popularidad a todo Portugal.
Junto al pescado, el queso es el otro gran producto gastronómico de Setúbal. De hecho, la región de Azeitão (antiguo escondite de la aristocracia de Portugal y territorio de palacios y quintas de ensueño que todavía hoy son una fantasía, como el Palacio de Bacalhoa, considerado el primer palacio renacentista de Portugal) da nombre a uno de los quesos con Denominación de Origen más populares de Portugal. Cualquier lugar es bueno para degustarlo, pero el más bucólico y apetecible es, sin duda, el Mercado do Livramento, una joya local que presume de ser uno de los mejores mercados de pescado del mundo. Y de los más bonitos: por la singularidad de sus puestos, y porque cuenta con uno de los murales de azulejos más impresionantes de Portugal (fechado en el siglo XIX, es un imprescindible para conocer la tradición azulejera del país). Queda mucho por contar de Setúbal, pero estos nos parecen motivos más que suficientes para organizar una escapada para este verano.
