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Los sitios más bonitos de la Costa Brava para visitar en 2024

Pueblos bonitos, paisajes con encanto, playas para descubrir... Los sitios más alucinantes del litoral gerundense

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La Costa Brava está llena de rincones espectaculares. Pueblos bonitos de pesca llenos de magia, playas y calas con encanto, bares y restaurantes, jardines botánicos, castillos de siglos pasados... Tenemos mucho a elegir de esta tierra que ha inspirado a artistas de diferentes disciplinas como la escritura, la poesía o la música. El paisaje cautiva y también su riqueza histórica y cultural. Hacer senderismo por los caminos de ronda, visitar las ruinas de Ampurias, practicar deportes náuticos, descubrir pequeños comercios de la zona... Si no sabes qué hacer este verano y buscas lugares para visitar, estos son, para nosotros, algunos de los lugares más bonitos del litoral gerundense que no te puedes perder.



NO TE LO PIERDAS: Los pueblos más bonitos de Cataluña

  • Qué hacer

Esta villa y municipio de Cataluña, situado en la comarca de la Selva, es el primer pueblo de la Costa Brava y, por lo tanto, se lo conoce como "Portal de la Costa Brava". Ha estado tradicionalmente un pueblo de pescadores que ha ido creciendo a lo largo de los años hasta convertirse en un complejo pueblo costero moderno y dinámico. Visita de uno de los sitios más bonitos de la Costa Brava y disfruta de un paisaje infinito de playas como la Cala Treumal y de historia milenaria: villa marinera, de inspiración de artistas, ciudad romántica y florida, de fuegos y fiestas, de deporte y servicios, un escaparate único de productos del mar y la tierra que os da la bienvenida todo el año.

  • Qué hacer

Situado entre los primeros lugares que nos dan la bienvenida a la preciosa Costa Brava, Lloret de Mar ofrece un montón de propuestas culturales, de patrimonio y tradiciones, así como actividades de aventura que nos llenan de adrenalina, buena gastronomía que nos hace lamer los dedos, una natura verde y viva que nos conduce por caminos de ronda y, por supuesto, sus playas de agua transparente. Un pueblo de pesca milenario como Lloret de Mar tiene muchos rincones para descubrir.

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  • Qué hacer

Situado en el Baix Empordà este pueblo con encanto de la Costa Brava conserva parte de su pasado medieval y esconde un gran patrimonio histórico. Es un claro ejemplo de pueblo que pasa del 0 al 100 cuando llega el verano y miles de personas hacen vía hacia la Costa Brava. Las calles, calas y plazas, toman una dimensión diferente cuando viene el calor, pero siempre es posible encontrar algún rincón con más tranquilidad.

4. Pals

Este tesoro medieval escondido en la Costa Brava nos hace un viaje al tiempo con sus murallas, nos ofrece la calma de una gran playa de arena dorada y nos invita a hacer una visita a sus grandes arrozales.

Explora el increíble Casco Antiguo de Pals, donde la distracción es simplemente pasear por un laberinto de calles empedradas con edificios de piedra y arcos medievales. Su atmósfera medieval intacta y el ambiente tranquilo lo hace un espacio mágico e ideal para explorar. Son imprescindibles de ver la Iglesia de Sant Pere, ubicada en medio del pueblo; la Torre de Les Hores, lo último que queda del castillo medieval de Pals, y la plaza mayor.

El imponente castillo de Montgrí, construido el siglo XIII, se levanta sobre una colina y ofrece vistas panorámicas del Empordà. Otro espacio del pueblo que nos ofrece increíbles imágenes de la zona y del Mediterráneo es el mirador de Josep Pla, un lugar que recibe el nombre del famoso escritor catalán, y es ideal para ver las mejores puestas de sol de la Costa Brava.

Después de una paseada por Pals una buena manera de relajarse es ir a su inmensa playa que se encuentra con la desembocadura del río Ter. Esta amplia playa de arena con vistas únicas es poco honda, ideal para disfrutarla en la familia, practicar deportes acuáticos, pasear o descansar.

Si queréis dar un paseo más alejado de la civilización, os recomendamos dos opciones. La primera es sumergirse en el Parc Natural del Montgrí a pocos km de Pals. Este entorno ofrece una variedad de flora y fauna fascinante: acantilados imponentes, densos bosques y rutas de senderismo. La segunda opción es visitar los arrozales de Pals: campos dorados sin desnivel donde se cultiva un arroz parecido al arroz bomba.

Siempre hay espacio durante el día para entablarse a hacer una comida y disfrutar de la gastronomía local. Os lameréis los dedos con platos tradicionales como la fideuá o la escalivada, acompañados de vinos locales de Denominación de Origen Empordà. ¡Y que no falte probar un buen arroz con productos de proximidad!
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5. Botiga de l’Anxova

A pie de playa, en la calle Santa Màxima núm. 3 de la Escala, se esconde un pequeño tesoro: La botiga de l’Anxova, donde Joan Gardella bajo la marca comercial Nituwood vende sus creaciones únicas de madera (letras de diferentes tipografías, animales, mesas de cocina, objetos decorativos...). Si queréis hacer un regalo original o proponemos que le encarguéis el nombre del homenajeado en madera con la tipografía que más os guste, os aseguramos que no os decepcionará. Sus productos también los podéis comprar en la plataforma digital Dawanda, pero te recomendamos que te escapes a la playa de la Escala y descubras qué se esconde dentro de esta tienda, que también vende productos de la tierra y algunos objetos vintage (mapas antiguos de colegio, molinillos de café, máquinas de escribir, garrafas...).

Chiringuito de Cala Jóncols
Chiringuito de Cala Jóncols

Si hubiera un ranking mundial de chiringuitos, este estaría en los puestos de honor. Y es que, quizá, y sin ánimo de ofender ninguna sensibilidad, estamos delante del hotel de playa perfecto. Una casa modesta que a penas destaca en medio del paisaje lunar del Cap de Creus, rodeada de pinos y olivos, alejada del mundo y sin cobertura móvil: incluso hay pocos televisores, ¿quién los necesita? Para completar el cuadro tenemos tres generaciones de una misma familia que se encargan del lugar y se prestan –habiendo una abuela, no podía ser de otra manera– a hacerte otro plato si no te gusta el menú del día. Pero nuestro tema es el chiringuito: funciona desde 1981, entre los meses de junio y septiembre aproximadamente, y es chic sin pasarse, tiene 'groove' sin ser un antro de 'modernillos' y mantiene un punto de sitio de pícnic en familia que le acaba de dar el toque. Los viernes y sábados de verano hay Djs y música en directo. Hay que conducir por un camino de cabras para llegar y, sobre todo, no utilicéis el GPS porque os perderéis; pero vale la pena. Mucho.

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7. El núcleo antiguo de Peratallada

¿Quién no ha ido de pequeño, con la familia, de visita a Peratallada? Pues si no habéis ido, nosotros lo tenemos claro: hay que verlo. Es, como dice Adrià Pujol Cruells en la 'Guía sentimental del Empordanet' nuestro Carcassone: "un poco demasiado restaurada pero con muchos menos restaurantes y tiendas de quincallería caballeresca". Sin embargo, tampoco podía faltar. Peratallada es uno de los núcleos de arquitectura medieval más importantes de Cataluña, –de hecho fue declarado conjunto histórico-artístico y Bien Cultural de Interés Nacional–, y, como sabemos, todavía conserva su antiguo aspecto feudal, las murallas, torres y castillos. Es de foto.

8. Gola de Ter

Hay playas que se han de ver, vivir y disfrutar. Un buen ejemplo es esta. Gola de Ter o la playa de la Fonollera es una de las playas más tranquilas de la Costa Brava y, a la vez, una de las más singulares, ya que es donde desemboca el río Ter: podemos pisar, al mismo tiempo, agua dulce y agua salada. De hecho, a medida que nos acercamos al mar, podemos observar como el río forma lagunas en la propia arena. Ahora a este paisaje idílico sumadle la majestuosa presencia de las Islas Medes al fondo. Eso sí, no esperéis encontrar duchas ni chiringuitos, en Gola de Ter la única presencia humana nos llega a través de varias masías bastante lejanas. En definitiva, una auténtica delicia que te obliga a preguntarte: "¿De verdad hay que coger un avión para ir a una playa del Caribe?".

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9. Templete de Linné

El Jardín Botánico Marimurtra de Blanes ya es un buen motivo para acercarse a pasar un día en esta villa marinera. Sus cinco hectáreas se descuelgan desde el cerro de Sant Francesc hasta los acantilados de Sa Forcanera en un paseo por la flora de todo el mundo que termina, como no podía ser de otra manera, en un jardín mediterráneo frente al mar. Es en esta parte, la del jardín mediterráneo, donde encontramos un pequeño mirador en forma de templo de inspiración clásica dedicado a Carl von Linné, el botánico que sistematizó la nomenclatura de las especies. En verano se hacen cenas y conciertos; también podemos reservar lugar para celebraciones privadas. 

10. Cala Bramant

Más conocida como Cala de los Enamorados, esta pequeña cala es una especie de sellado de mar que se retuerce rodeando el mar y formando, ahora sí, una pequeña piscina natural. No sólo es un rincón idílico y bastante tranquilo, también ofrece unas vistas alucinantes de Llançà, el Port de la Selva e, incluso, el Cap de Creus. Una pequeña y desconocida joya. Para llegar lo mejor es ir en barca o kayak a través de una abertura que la enlaza con el mar, pero si os atrevéis también podéis acceder a pie. Con buen calzado, eso sí.

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