Cala Tavallera
© Carles PalacioCala Tavallera
© Carles Palacio

Las mejores calas de la Costa Brava para visitar en verano

Pequeñas o grandes, vírgenes o urbanas, todas parecen sacadas de una postal

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Pocos territorios pueden compararse a la Costa Brava en cuanto a lugares de baño idílicos al alcance de la mano y cosas para hacer en la misma zona. ¿Cuando vais a la playa os gusta no encontraros demasiada gente? Si preferís un pequeño rincón antes que una gran explanada de arena y agua, sois gente de cala. Nosotros también y, por eso, hemos elaborado esta lista donde os confesamos nuestras calas preferidas de la Costa Brava. Elegid una u otra de nuestra lista según los vientos, si lleváis niños o la distancia a pie para llegarse. ¡Ya sabéis donde somos los fines de semana de verano!

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  • Qué hacer

Si hablamos de Lloret y de sus playas, sin duda tenéis que conocer Sa Boadella. Una cala nudista, también apta para los que usan bañador. Este lugar casi virgen, rodeado de acantilados y rocas graníticas, ha sido reconocido como una de las mejores playas de España. Es de las pocas calas que se conserva libre de edificaciones. Esta cala, situada en la carretera que va de Blanes a Lloret, entre la playa de Santa Cristina y la de Fenals, combina el encanto y las aguas cristalinas de las pequeñas calas de la Costa Brava y el espacio de las playas más amplias. El hecho que sea de las menos accesibles la hace más tranquila y apropiada para quien quiere huir un poco del ruido.

  • Qué hacer
  • Playas

El punto más oriental de la península Ibérica es también la parte más salvaje de la Costa Brava, una auténtica Finesterre espectacular, sembrada de ruinas de hace mil años y con muchos lugares secretos muy bien guardados. Uno de ellos, que compartiremos generosamente con vosotros, es la Cala Tavallera, situada a unos dos kilómetros del Port de la Selva, pero solo accesible a pie a través del GR11. En esta misteriosa cala de la Costa Brava, de unos 135 metros de longitud y 15 de ancho, a pleno verano se reúnen muchas pequeñas embarcaciones, pero a principios o finales de temporada seguro que no os encuentra nadie. El fondo marino es espectacular y cuenta con una espesa pradera de posidonia.

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  • Lugares de interés
  • Playas
  • Ubicación

Situada en un entorno idílico de rocas y pinos, la cala de Illa Roja es una de las calas más originales y desiertas de la Costa Brava: se caracteriza por sus aguas transparentes y porque está presidida por una prominente isleta rocosa de un color rojizo que le da el nombre. Es un lugar tranquilo, sin aglomeraciones, con arena de grano grueso y color dorado, con una pendiente de entrada en el mar bastante pronunciada. El acantilado, que la divide en dos, tiene unos 150 metros de extensión, y cambia tanto según las mareas que puede hacer que la isla rocosa quede unida en tierra o bien flotando muy cerca de la playa.

  • Lugares de interés
  • Playas

Si alguna vez tenéis que recomendar una cala de la Costa Brava a alguien del Maresme, Barcelona o alrededores, proponemos la cala de Treumal como recurso más al alcance, situada entre los términos municipales de Lloret de Mar y Blanes. Pero no la ponemos solo para usarla en caso de urgencia, sino porque Treumal es una maravilla que se extiende a lo largo de 400 metros de arena fina a los pies de un paraje protegido, Pinya de Rosa, donde hay un sorprendente jardín botánico lleno de cactus. La cala está rodeada de un frondoso bosque de pinos, y todo esto sin ser el fin del mundo: está a cinco minutos en coche del centro y hay casas cerca.

 

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5. Cala Estreta

Para algunos es, sin lugar a discusión, la mejor playa salvaje de la Costa Brava. Los del Alt Empordà tienen el Cap de Creus y los del Baix Empordà, la Cala Estrecha. Es inmensamente más modesta pero resulta muy adecuada para el 'Empordanet', donde Josep Pla habría considerado de muy mal gusto cualquier tipo de exceso y opulencia. La buena noticia es, a la vez, mala: durante el verano, el tráfico rodado está prohibido y para llegar hay que caminar unos 45 minutos desde la playa de Castell por el camino de ronda o bien –atención– sólo 20 si remontáis el camino de servicio que pasa por debajo de las torres eléctricas desde el aparcamiento de Castell. El esfuerzo, sin embargo, es directamente proporcional a la espectacularidad de este conjunto de calas nudistas, luminosas, abiertas a Levante y muy aptas para mañanas soleadas de invierno, que incluso en pleno verano permanecen relativamente tranquilas debido al paseo que hace falta para llegar. Si en la caseta de pescadores, que data del siglo XV, encontráis a un señor de pelo canoso, saludadlo: se llama Quico y vive allí desde hace años. No tiene televisión ni radio porque dice que dispone de una pantalla de infinitas pulgadas enfocada al horizonte, pero os indicará a qué roca hay trepar para encontrar unas rayas de cobertura móvil según tengáis una u otra operadora. Sólo os podemos decir una cosa más: tenéis que ir al menos una vez en la vida.

6. Cala Culip

Hasta 2004, cuando cerró el Club Med, era una playa prohibida, ya que sólo se podía acceder con un 'pase de visitante' que expedía el club. Situada a pocos kilómetros del Cap de Creus, es una de las pocas calas donde es posible hacer inmersión y esto la ha convertido en un conocido fondo de restos de embarcaciones de la antigua Grecia y Roma. Dispone de una pequeña playa, de arena gruesa, para tomar el sol, pero es prácticamente imposible estar más de treinta minutos con los ojos cerrados en Cala Culip. Las razones: El paisaje geológico es alucinante, sublime y el agua azul, casi transparente. Llevad el móvil bien cargado, porque lo necesitaréis. Para hacer fotos, claro. Olvidaos de la cobertura.

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7. Cala Sa Sabolla

Hay muchos motivos para visitar Sa Sabolla: De entrada, el camino de Ronda desde el cual se accede es una auténtica delicia para los sentidos. Una experiencia un poco larga, pero que se debe ver y vivir. Y sí, lo habéis leído bien: solo se puede acceder a pie o en barca. La casa, de aguas casi cristalinas y superficie de guijarros, está completamente rodeada de rocas de pizarra y es, con diferencia, una de las playas más solitarias de la Costa Brava.

8. Cala Futadera

Se la conoce popularmente como 'la cala de los 300 escalones' y, a pesar de ser un auténtico paraíso, a menudo permanece escondida entre otras calas más populares, como Vallpresona y la del Senyor Ramon. De hecho, es una pequeña joya que contiene la esencia de la Costa Brava: está rodeada de rocas y pinos y el agua es absolutamente cristalina. Aunque el acceso no es excesivamente difícil –pero complicado si tienes vértigo–, es más fácil encontrar embarcaciones que gente tomando el sol o buceando. Hacednos caso y visitadla. ¡No os arrepentiréis!

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9. Platja Fonda

Platja Fonda es una de las calas más curiosas de la Costa Brava: está a los pies de un acantilado que le da sombra, rodeada de una gran 'pared' que la protege. Y, de hecho, para acceder tendréis que bajar unas cuantas escaleras. Aunque durante los meses de verano a veces vemos un chiringuito, es como un escondite salvaje. El agua presenta tonalidades oscuras, debido al color de la arena (oscura y gruesa) y la sombra de la roca. Se ha de ver. 

10. La Banyera de la Russa

Los paisajes de este tramo de la Costa Brava central son brutales, pero la historia que los rodea es aún más extravagante. Este pequeño entrante en receso de los acantilados bajo el castillo de Cap Roig, situado entre Mont-ras y Calella, se llama así porque la dueña del paraje, la señora Woevodsky, bajaba en burro para bañarse desnuda. Que la mujer no fuera rusa sino británica no nos estropeará ni la leyenda ni la excursión por los senderos que descienden desde el jardín botánico de la finca hasta este entrante de roca rojiza, de aguas siempre tranquilas e inmensa soledad, oficialmente registrado como cala Massoni. A pocos metros en dirección sur encontraremos la cala del Crit, que toma este nombre de una leyenda de piratas y, poco después, la de la Fontmorisca, que como su nombre indica contiene una fuente y había más piratas. Aún más al sur está la cala del Vedell (ternero), que hasta hace pocas décadas alojaba una colonia de estos mamíferos marinos, ahora ya desaparecidos en el Mediterráneo. Las tres calas pertenecen a Mont-ras, un pueblo varios kilómetros tierra adentro que le compró un pedazo de costa a Palafrugell para que sus jóvenes pudieran hacer la mili en la Marina Real. Los flecos de esta compraventa se arrastraron hasta hace poco: Palamós, Mont-ras y Palafrugell pelean durante años por la titularidad de las Illes Formigues, un archipiélago de pocos metros cuadrados que le ha costado la vida a muchos marineros.
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