Hasta hace poco, muchas panaderías optaban por el camino de la industrialización y el pan sin alma. Por suerte, cada vez hay más hornos que quieren recuperar el pan de verdad, el de nuestros abuelos. Si os gusta mucho el pan y además sois exigentes, éste es vuestro reportaje.
Equipada con un horno de leña restaurado, del año 1926, esta panadería ofrece un pan extraordinario: el secreto es un horno en el que la llama entra por un conducto al horno, está en contacto directo con el pan, no sólo lo calienta. Y gana un sabor ahumado singular. Hacen panes de todo tipo, y el 90% del cereal es ecológico. También hacen pasteles y bollería con toques ingleses o incluso australianos, como el Lamington, bizcocho rebozado de chocolate y coco.
El Fortino no podría estar en ningún otro barrio que no fuera Gràcia. Tiene esa idiosincrasia de comercio de barrio alternativo, que va a la suya, que se resiste a ser engullido por la gran ciudad y la forma de vivir acelerada. Aquí trabajan con harinas ecológicas integrales para hacer un montón de panes diferentes que inundan la pequeña tienda. Tienen una gran oferta de panes de molde y algunas especialidades tradicionales, pero nosotros nos rendimos ante su pan de kamut porque nos recuerda al pan artesano de Marruecos, con esa corteza mágicamente dulce y anisada que no hemos sabido encontrar en ningún otro sitio de la ciudad.
Un ejemplo de renovación bien entendida en Poble Sec: una panadería de barrio centenaria que bajo una nueva propiedad -una austriaca y un catalán- se ha renovado haciendo un pan excelente, con diferentes tipos de harinas ecológicas y fermentaciones largas. Encontraréis pan de todo tipo, así como bollería y pastelería.
Mistral ya existía y hacía buen pan cuando a quienes ahora recuperan las viejas recetas les importaba un bledo la masa madre y la harina de escanda. Y sus artífices trabajaban y esperaban que la masa subiera antes de ponerla en el horno a horas en las que la mayoría estaban de marcha o dormían para ir al colegio al día siguiente. Las cosas claras. Su mérito no es sólo hacer uno de los mejores panes del país (pan de verdad, en definitiva) sino haber sido serios e íntegros en aquel momento de inflexión en el que el profesional podía decidir entre continuar haciendo las cosas seriosamente o pasarse al lado oscuro del pan industrial, como tantos otros.
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