Los alrededores de Santa Maria del Mar son como la milla del arte de NYC en formato gastronómico. Tanta concentración provoca un síndrome de Stendhal a cualquier aficionado a la comida. Y no podía faltar una buena panadería, claro. El Vilamala, que se dedica, desde hace más de 80 años, a elaborar pan de toda la vida, como se ha hecho siempre, y por la misma familia. De vez en cuando se permiten pequeñas locuras, como el panecillo de olivas de Kalamata que hicieron para combinar con diversos quesos. Y es que el pan tiene dos caras: el de producto básico y el de auténtico capricho de lujo.
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