Ya podéis levantar todos las cejas y utilizar los emoticonos más raros de vuestro móvil. Hasta hace unos días, sangría y premium no iban en la misma frase. La bebida 'sangrienta', siempre se ha elaborado con el vino más económico que teníamos a mano, fruta de segunda, azúcar y lo que sobrara del mueble-bar sin mirar fechas de caducidad. ¿El recipiente para la mezcla? Ya se podía utilizar la palangana donde se lavan los platos o un trozo de garrafa de plástico cortada. Las exquisiteces, para el señor Michelin.
El objetivo de una sangría es y siempre ha sido, pillar un buen pedo. Y en consecuencia tener la sensación al día siguiente de que quieres deshacerte de la extremidad superior de tu cuerpo, cueste lo que cueste.
Esto es lo que la mayoría pensábamos hasta ahora, igual que sabemos que la tierra es redonda y el sol gira a su alrededor. Las únicas certezas que nos quedaban en el mundo, y siempre hay alguien dispuesto a destruirlas. Esta vez los encargados de traernos la desgracia es Cachitos, este local de tamaño fabril y lleno de guiris con la cartera llena. Hasta ahora, presumían de preparar 55 tipos de sangría con vino de todas las DO de la península y con ingredientes tan refinados como manzana verde y pera, coco, fresas y frutas del bosque.
En las últimas semanas se han lanzado al vacío y han creado una carta donde las sangrías son cosas tan exquisitas que tienen nombre de pintalabios. Por ejemplo, la 'sangcherry' se elabora con vino blanco, ginebra, licor de cerezas, granadina, piña y cerezas. O la sangría azul de Moët Chandon que se hace a partir de este champán, curaçao azul y frutas del bosque. Atención que si vais al Cachitos para una cena de negocios y el cliente es japonés, en la carta tropezaréis con 'sangsamura' que contiene albariño, sake, granadina, cidronela, naranja y manzana fiji.
Estas sangrías de finura incomparable no se pueden acompañar con una bolsa de patatas fritas. La gente de Cachitos le han buscado un maridaje de la misma categoría. La samurai se acompaña de dados de salmón ahumado y la de champán con unas ostras. Ya lo veis, amigos, la vida de los ganchitos y vasos de sangría de plástico es historia.