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En una esquina soleada de día y de noche, cuando se cruzan Comtessa de Sobradiel y Ataülf, a pocos metros del Harlem Jazz Club, tiran la caña como en Madrid. Sí, sí, ya sé que duele, pero es cierto. Un estudio científico lo confirma. Las cañas contienen la cantidad justa de gas, la cerveza reposa y el camarero sirve la copa sin que parezca que lo persigue una manada de búfalos.
Este local que hoy tiene cara de viernes, lleno de gente con copas en la mano, no hace mucho era un taller mecánico de motos. La calle del Parlament ha cambiado de fisonomía a marchas forzadas, para convertirse en uno de los sitios con más bares y restaurantes nuevos de la ciudad. El Poble-sec empieza a situarse, y Sant Antoni despega. Así que por suerte se reivindica desde hace una temporada la Barcelona a pie plano. Los Sortidors del Parlament es el nuevo paraíso para los que disfrutan de un buen pica-pica.
Me gusta este sitio porque la cerveza es buenísima y tienen un montón. Belgas, alemanas, escocesas, con más graduación alcohólica, otras más finas, de trigo, negras… Lo que queráis. Y, además, saben cómo tirarlas, las sirven con los vasos adecuados y, si preguntas, te explican lo que saben sin mirarte con cara de asco. Incluso, la camarera de brazos ágiles y camiseta de riot girl te ríe las gracias. Si quieres comer, también puedes. Son especialistas en hamburguesas para paladares exigentes. ¡Qué buenas!
Este bar de líneas rectas es un manicomio diminuto que se ha ganado los galones de la modernidad gracias a un diseño fresco, a una atrevida selección musical que va desde el indie a la electrónica experimental y a una pasión indescifrable por unos pequeños objetos de plástico que nuestros padres compraban en las gasolineras. Si veis cosas raras, no le echéis la culpa a los gin-tonics, bien preparados, por cierto, y con pepino, limón, jengibre o lima.
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