Aleister Crowley, notorio alpinista, poeta, ocultista -y monumental vendedor de humo, quizá el mejor de la historia- reinventó la magia a principios del siglo XX. También era un radical vanguardista que aplicó ciertas ideas -demasiado sucias para explicar aquí - que redefinieron las prácticas ocultistas.
La potencia del cacao puro
Esta parrafada viene al caso porque Miquel Coulibaly -cabeza visible del taller de chocolate Chocolate Negro, en Gràcia- tiene algo de crowleiano. Este taller, dedicado a la experimentación con el chocolate, tiene más aire de gabinete ocultista o de tienda de reliquias siniestras, más que de obrador de pastelería. Coulibaly deja caer las placas de chocolate como si fueran cartas de tarot.
Tiene ideas radicales, planteamientos experimentales que por suerte sólo aplica al chocolate y a lo que él llama prototipos. "El otro día una chica se fue enfadada porque pensaba que esto era una broma. No podría entender que no hubiera fotos y bombones. La gente quiere ver rápido lo que quiere ver", reflexiona. Coulibaly abrió, hace seis meses, este espacio en Gràcia, donde desarrolla líneas de bombones experimentales. Que tengan siempre una finalidad: "El cacao puro tiene una potencia estimulante tremenda si lo tratas bien. Nosotros tomamos esta funcionalidad y la potencia con otros ingredientes", dice. Especifica, sobre todo, que hablar de ingredientes puros: "Lo más importante de todo es no añadir ni azúcar, ni grasas, ni aditivos, ni ningún conservante". Dice que sus bombones duran un máximo de cuatro días, un hecho que "no los hace rentables". Pero sí muy atractivos para gente que busca sabores nuevos.
¿Frankenstein chocolatero?
Pero hablábamos de funcionalidades. Coulibaly me habla de un bombón estimulante "que ayuda a la microcirculación de cerebro", es decir, que facilita la concentración, o del desarrollo de un prototipo de bombón mañanero de cacao puro que te despierta de golpe.
Los ingredientes no son estrambóticos: cita un bombón de cacao relleno con agua de mar emulsionada con cacao, o uno de chocolate blanco con barro blanco" que puede ser terapéutico para la flora intestinal". Pero advierte que su finalidad no es la de hacer de herboristería, sino la transgresión y la innovación, el arte por el arte. "He estado 15 años trabajando como cocinero y pastelero, y en el campo del chocolate se trabaja como hace 80 años pero peor, porque ahora hay cuatro tipos de azúcar artificial. La condición para meterme en esto era la de aplicar un método innovador al chocolate y crear algo puro", explica.
Bombo y platillos, llega una idea radical: ¡el bombón eléctrico! Se trata "de inocular frecuencias a un bombón, partiendo de la base que dentro podemos crear un núcleo vivo". Se refiere a conseguir una fermentación sana para el cuerpo, como la de kéfir. De aquí ha tenido la idea de "montar bombones conectados por placas de oro comestible y provocarles descargas eléctricas". Con esto se alteraría su textura interior, y nos comeríamos "no un bombón electrificado, sino un bombón por donde pasa la electricidad". Está en la fase de construir una cabina eléctrica.
También vende productos más estándar, como unas deliciosas tabletas de chocolate picante que, quien se las come, entiende de golpe que el chocolate puede ser penetrante, puro, nada empalagoso: cacao puro con especias y sal, delicioso.
Si todo esto os parece esotérico, la transacción no lo es tanto: sólo tenéis que entrar aquí, encargar lo que queráis y Coulibaly os abrirá su baúl de bombones. El precio no es el alma: la cajita de 16 bombones cuesta 12 euros.