Acaba de cumplir un año, y las cosas le van tan bien al Senyor Vermut que Jordi Miralles, su propietario, ya está ampliando el imperio con la adquisición del local adyacente. ¿El secreto? Una selección de tapas que van desde las anchoas del Cantábrico hasta las croquetas, la tripa, el fricandó, los quesos, los calamarcitos, el lacón, una bomba que quizá es la mejor de la ciudad, unas bravas de top 5 y una larga lista de tapas tradicionales, sencillas, elaboradas con una materia prima de gran calidad. Pero la joya de la corona es una selección de vermuts que llega a los 40: empieza por un vermut de la casa excepcional, todo terreno, que contrasta con vermuts muy amargos (Punt e Mes), dulces (Casa Mariol), envejecidos en barrica (2 Deus) o algunos a base de vino negro en vez de blanco.
¿Que no sabéis cuál escoger? Jordi es un apasionado y os hará una selección personalizada en función de vuestras inquietudes. Decidió abrir Senyor Vermut cuando el restaurante donde trabajaba fue traspasado. Le propuso a la cocinera, Maricel Corpuz, que lo acompañara en la aventura de abrir una vermutería con tapas, ella dijo que sí y nació este espacio que en principio tenía que estar en el Born o en Sant Antoni, y finalmente se quedó en la parte alta del Eixample por recomendación de la mujer de Jordi, a quien su marido llama 'la jefa'. Fue precisamente la jefa quien convenció a Jordi, que en principio no quería saber nada de algo que no fuera una vermutería ortodoxa, de ofrecer cafés, cervezas, zumos, vinos y ahora también carta de postres, que está acabando de confeccionar.
Otro punto fuerte del Senyor Vermut es que la cocina es ininterrumpida, de forma que cualquier hora es buena para hacer un paréntesis a base de vermuts y tapas, y que los precios, y eso fue una obsesión de sus propietarios desde el primer día, son pero que muy ajustados: si tenemos 10 euros en el bolsillo, podemos salir llenos.
Un local encantador
El local tiene mucho encanto, con techos altísimos y paredes de piedra, y tiene una terraza con sol todo el día muy agradable, incluso cuando hace frío. Tiene, además, una clientela heterogénea que da todavía más personalidad a un local que tiene para regalar: desde grupos de hipsters barbudos bordes hasta familias con niños, abuelos, gente del barrio y, de momento, poco turista.