Responsable directo del renacer más rabioso del torrezno foodie, Saúl Sanz mima en sartén este pequeño bocado para picar adictivamente por separado, en media ración o entera, lo mismo en el bar (Terzio) que en el restaurante, o como chispa de alegría en recetas con verduras excelsas, como un puerro o unas alcachofas confitadas. Convenientemente adobados son pasados por horno boca abajo para eliminar algo de grasilla antes de freírlos á la minute. Crujientes y calentitos al momento, no se puede pedir más. Tal es el fervor de Saúl por la vida con torreznos que cuando reabrió el restaurante tras la pandemia celebró su décimo aniversario ofreciendo raciones gratis de su snack más solicitado.
Crujientes por fuera y melosos por dentro. Uno no va en busca de torreznos, son ellos los que le encuentran a uno porque cuando están bien hechos el cuerpo los pide a gritos o aparecen de la nada encima de la barra. Y vivimos una época donde este manjar carnívoro vive su época dorada. Ya no es una tapa de balde para pasar el trago sino un plato que muchos bares y restaurantes miman en clave tradicional o actualizada.
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