El templo de los torreznos, las pizzas y el champagne que lleva haciendo llenos diarios en Chueca desde que abrió sus puertas en 2018. Pero qué torreznos, qué pizzas y qué carta de espumosos franceses (también de vinos de Borgoña) la que se encuentra uno nada más acomodarse en esta casa del hedonismo hecha a la medida de Zoilo Álvarez, el propietario e ideólogo de Roostiq.
Este apasionado del producto y la enología decidió un buen día replicar los platos que solía cocinar, para familiares y amigos, en su finca de Arévalo (Ávila) en lo que terminaría siendo uno de los restaurantes más codiciados de la capital. Aquí mandan las brasas y los alimentos orgánicos que salen precisamente de esas tierras: desde pollos camperos o cerdos ibéricos hasta maravillosos tomates que usan para la salsa de unas pizzas –elaboradas en horno de leña– que son la debilidad de muchos madrileños.
Sus torreznos -laminados y súper crujientes- también son únicos, a pesar de que han intentado imitarlos hasta la saciedad, sin éxito. Pero hay otras muchas elaboraciones que merece la pena degustar en esa carta en la que las verduras ecológicas también tienen su protagonismo: tartar de atún rojo, chuleta de vaca, rodaballo a la brasa… Por cierto, si eres de los que están cansados de quedarse sin mesa a la hora de intentar reservar, debes saber que muy pronto tendremos nuevo Roostiq en la ciudad (y no muy lejos del actual).