En un esquinazo de la calle de Embajadores, una cristalera llama la atención de quien pasa cerca. Al otro lado del ventanal, en el interior, la promesa de una cena con acento italiano se sirve en las mesas de Éccolo. Al fondo, en un espacio diáfano, un gran horno de leña absorbe el incesante ir y venir de pizzas. Biológicas, con ingredientes selectos, mucha D.O.P y de buen tamaño. No querrás ceder ni media porción, pero deja espacio a los piattini –sbriciolona toscana, caponata, coppa...– y a la panna cotta. Su envidiable oferta de cervezas artesanales redondea el plan.
En Lavapiés es posible probar la comida de más de una veintena de países diferentes sin salir del barrio. Los restaurantes de comida internacional se han adueñado de la zona, quizá como respuesta a alto número de inmigrantes que viven ahí. Las tabernas castizas y restaurantes de toda la vida aún aguantan el tirón, así como los bares de tapas y terrazas que abundan en sus calles.