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Música
Zahara, la 'khalessi' del pop español
Zahara –jiennense de nacimiento, pero afincada desde 2012 en Madrid-, se ha convertido casi sin hacer ruido en lo más parecido a una auténtica estrella de la música que hay en nuestro país. No le ha hecho falta recurrir al sambenito de 'familia de', pese a que es sobrina de Joaquín Sabina, para ascender al firmamento.
No, lo ha hecho a base de madurar el pop luminoso y un poco cuqui 'La fabulosa historia de…', con sintonía de la Vuelta Ciclista a España incluida. En esa canción sobre ruedas cantaba lo de 'Sólo llegué a ver salir aviones, confío en ir volando en ellos, algún día…' Era una muchacha de apenas 26 años, con ganas y personalidad, con una estética muy cuidada. Aquellas primeras canciones sonaban bien pero Zahara parecía en busca de una voz (más) propia que ya se escuchó con una fuerza atronadora en su segundo disco, 'La pareja tóxica' (2012). Menos flores, colorinas y chuches y mucha más amargura, crudeza y verdad: sobre las relaciones de pareja, claro. Este viaje al lado oscuro del amor conquistó inmediatamente a un público más amplio que coreaba eso de 'Tus noches únicas van de la mano de mis noches turbias, no hay dignidad en tu forma de mirarme' ('Camino a L.A.'). La (aparentemente frágil) Zahara daba un paso adelante y, en directo, arropaba su guitarra acústica con el apoyo de una banda. Ya era casi, casi, una Khalessi. Faltaba la última fase de la transformación. Y esa la completa en Madrid, ciudad que la acoge con los brazos abiertos.
Comienzan los shows con 'sold out' de Zahara en salas de referencia como But o Galileo Galilei. Una trayectoria ascendente que se completa en 2015, año en el que lanza su tercer disco, 'Santa', bajo su propio sello, G.O.Z.Z Records, toda una declaración de intenciones. Zahara completa su transformación definitiva, combinando la luz y la oscuridad de sus discos anteriores con un equilibrio, logrado gracias a una gran determinación y confianza en sí misma. Están la luminosidad pop del principio y la oscuridad 'indie' del camino intermedio, a las que ahora se unen arreglos electrónicos y aires ochenteros. Ya tenemos aquí a la reina de dragones. Bromea con el público (el sentido del humor es un arma poderosa y en este aspecto va sobrada), dirige a su banda con mano maestra y su público grita, se enrabieta y enloquece con ella y sus radiografías del amor en la época del whatsapp. 'No era pecado besar sin conocernos, era el milagro que nunca querrán reconocer, asegura en Inmaculada decepción', uno de los temas de su trabajo santero. La nueva Zahara, con una imagen más cuidada y potente que nunca, es capaz incluso de montar el próximo otoño su propio minifestival, La Santísima Trinidad: tres conciertos diferentes en una misma ciudad en tres fechas distintas y en las que se mostrará desde sola, acompañada únicamente por su guitarra, a arropada por una gran banda de rock. Si le preguntan por sus influencias, suelta una retahíla de nombres con los que hacer una apetitosa lista de Spotify: Death cab for cutie, Beach House, Wilco… Y en cualquiera de sus conciertos puede percibirse cómo las asume, las interioriza y las plasma desde su sensibilidad personal.
Resumiendo, ¿es Zahara la gran estrella femenina que le faltaba a la música española actual? Si preguntamos a los miles de 'zaharers' que abarrotan sus conciertos tendremos la respuesta. Y lo mejor de todo, es que lo ha logrado sin tener un plan trazado de antemano, predeterminado, tan solo siendo ella misma: una mujer diferente en cada momento. 'No pararemos a dormir, bailarás, mi rubia, para mí. Hoy has vuelto a salvarme la vida y tú sin enterarte, sin enterarte tú, sin enterarte tú…' ('Caída libre') Zahara/Khalessi guía y sus dragones la siguen.
Gastronomía
Los nuevos reyes de Madrid: hay vida en los fogones más allá de Dabiz
Amnistía, 10.
91 173 98 88
TriCiclo. Calle Sta. María, 28. T. 91 024 47 98
Tándem. Santa María, 39. T. 91 016 80 67
Después de más de 10 años dedicada al mundo de la moda, Begoña Fraire ha decidido dar un paso más en lo que es su verdadera vocación, la gastronomía. Un sector al que lleva ligada desde hace doce años, cuatro de ellos tras la dirección y la supervisión de la cocina de Seis Ocho. Fue en el Basque Culinary Center donde conoció a uno de los grandes maestros e inspiradores, Luis Arrufat, al que se suman Ricard Camarena o Joan Roca. Sencillez, sabor y pasión definen el trabajo de esta joven chef cuyo marcado gusto estético se refleja en platos artísticos que son como cuadros comestibles que ella afirma ‘pintar’ con productos de temporada cuidadosamente seleccionados, y que nos invitan a viajar a través del paladar. Pura elegancia femenina en forma de menú equilibrado, fresco y sin pretensiones, pero también innovador y sostenible.
Albasanz, 68.
91 327 36 07.
Son los hipsters de la gastronomía madrileña. En 2009 abrieron la taberna Arzábal en el barrio del Retiro, con seis mesas y una barra para veinte personas, que aún hoy sigue siendo un fiel reflejo de sus expectativas. Tradición y modernidad al servicio de una cocina actual con base clásica que, casi por aclamación popular, les llevó a abrir un año después una segunda taberna a escasos metros de la primera. Un sueño cumplido en tiempos de recesión, aseguran. Y no han parado aquí. A día de hoy, después de convertir sus tabernas en todo un referente en Madrid e instalar una tercera en la terraza del Museo Reina Sofía, también tienen Lovnis, donde reinterpretan el concepto de bar de los 80 y aquellos platos combinados, y A Japanese Kirikata, una taberna japonesa con una exótica carta de coctelería non stop, siempre con esa capacidad tan suya para mantener un alto nivel gastronómico en un ambiente divertido, informal y dinámico.
Menéndez Pelayo, 13
91 557 26 91
T. 91 752 61 06
Moda
Artistas joyeros de Madrid
Los ‘eco-collares’ de Yiyí Gutz
La cerámica hecha joya de Julieta Álvarez
Papiroga y sus accesorios emocionales
Teatro
Tomando las riendas, asumiendo el talento
En los últimos tiempos hemos asistido a una explosión de talento e innovación en la danza y en el teatro con la incorporación de nuevas generaciones y gentes venidas de otros países, que encuentran en Madrid la libertad creativa que se respira siempre en las calles de la capital, asumiendo riesgos, mirando cara a cara al abismo de lo desconocido, estímulo y fusión, osadía y valor.
No estamos ante un movimiento organizado, no hay una generación con nombre mediático. Sencillamente, la gente tiene ganas de darle espacio a la imaginación, que es el gran patrimonio de los artistas que conviven en un país en crisis que le da la espalda a la cultura y al que solo le interesa celebrar a los que murieron hace 400 años. Se trata del aquí y el ahora, de contarnos lo que nos está pasando, de darle la forma que uno quiera, no la que dicten los directores de marketing. Forma de danza contemporánea, de comedia disparatada, de investigación formal o de teatro-fusión, que es el único que está realmente vivo.
Mora es sólo un representante más (nada menos) de un grupo de hombres y mujeres nacidos en la década de los 80 que está llevando la dramaturgia española a una revolución sin precedentes. Junto a él, María Velasco, Alberto Conejero, Antonio Rojano, Sergio Martínez Vila, Carolina África, José Padilla, Denise Despeyroux, Juanma Romero Gárriz, QY Bazo o Lucía Carballal. Nos podríamos detener en cada uno de ellos –y otros muchos, que hay mogollón- pero lo haremos en los dos últimos.
Y de Lucía Carballal empezaremos a oír hablar más de ahora en adelante, porque sus dos últimas comparecencias en la cartelera madrileña han sido demoledoras, por calidad, por rabiosa contemporaneidad, por manejar el bisturí dramatúrgico con una absoluta precisión para retratar la sociedad actual. Ella también forma dúo creativo con otra persona, el también autor y director de sus dos últimos montajes, Víctor Sánchez. La individualidad nunca cotizó en los mundos del teatro, y menos ahora. Juntos nos han regalado 'A España no la va a conocer ni la madre que la parió' y, lo más reciente, 'Los temporales'. Nadie ha hablado de la esclavitud feliz del siglo de las oficinas inteligentes como estos dos en esta obra. Brutal.
Como brutal ha sido la deconstrucción de la soledad y la potencia transformadora de la que sin duda es la obra del año en el Off madrileño, 'Yogur/Piano', nacida al calor de las residencias artísticas de Espacio Labruc en Malasaña. Un grupo de cinco jóvenes intérpretes, con Gon Ramos al frente, que llevan a escena un poema de Sigur Rós. Tan experimental como impactante emocionalmente, propone una transformación de la textura y la estructura propia de lo real. Buenos herederos de la compañía La Tristura, que por cierto ha vuelto esta temporada con 'Cine', una auténtica búsqueda escénica para llevar los códigos cinematográficos al terreno de lo teatral. Son, pese a su juventud, decanos de la experimentación, inspiración para una nueva horda de creadores sin complejos.
Álvaro Vicente