No hacen réplicas facsímil de platos tradicionales ni inventos: “Intentamos mantenernos fieles a la esencia del plato con nuestro toque, pero haciendo un puente entre los dos continentes”. Lo que la Pangea desunió, que lo rehaga la buena cocina. Dominan la reproducción y creación: en un menú de mediodía (12 €) te encuentras una ensalada birmana –berenjena asada fría con críticos y hierbas– y 'malay redang', guiso malasio hecho 'street bocata' con un 'roti paratha', un pan blando de Singapur muy parecido al indio 'nan' (y también relleno de huevo y queso). Todo delicioso, coherente (que, si hablamos de cocina, son sinónimos) y hecho desde cero. En carta (corta y afilada: cinco carnes, tres veggies, tres marineros y para picar) anuncian el nombre del plato, los elementos principales y el país que manda.
Carrillera: el adobo filipino –marinada de sal, soja, vinagre, ajo, laurel– con un bun de arroz y boniato. Y una sopa 'pho' donde se cuela el rabo de buey y la cebolla sofrita (a los catalanes nos ha dado por la parte de la carne, ya lo veis). Purista escéptico: mira la fusión más fiable, la de los ingredientes en ollas fragantes y humeantes. Para mojar pan (chino).