Els Ocellets
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Treinta años de Els Ocellets

Els Ocellets, hermano pequeño de Can Lluís, llega a los 30 años de cocina en una buena forma inmejorable

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Els Ocellets es un lugar familiar. Mucho. Dicen que quieren que te sientas como en casa. Y no lo dicen por decir: hay cosas que no se pueden fingir. Xavier Rodríguez, el propietario (foto), reparte besos, abrazos y mimos a tutiplén, como los valencianos simpáticos reparten reyes o primos. Un afecto que ahora se ha convertido en euforia: esta institución popular de la ronda de Sant Pau acaba de cumplir 30 años de vida, que se dice pronto. Los habituales lo saben, y eso parece -es- una fiesta.

El hermano pequeño se ha hecho grande. Els Ocellets nació en el 1984 como apéndice de Can Lluís, desbordado de éxito en la sombra de la calle de la Cera. "La idea inicial era coger a todos los grupos que no cabían en Can Lluís", explica Rodríguez. Pero a las pocas semanas de abrir, vio que eso "tenía autonomía, que con la inercia propia que llenábamos". Lejos de replicar la cocina de su hermano Ferran -aunque comparten clásicos, como las costillitas de cabrito rebozadas o los sesos a la romana-, Xavier optó por una línea "menos de guiso clásico, más actual". Esta es una afirmación que hay que coger con pinzas en un restaurante donde hace 30 años que la política es "mejorar y mantener lo que funciona y eliminar lo que no funciona", explica el dueño.

El producto fresco (muy buen pescado y marisco) ha salvado esta cocina de la fosilización folclórica: esta no es la cocina de la abuela -sea lo que sea-, sino la de un señor madurito con un punto de osadía que se mantiene en muy buena forma. Hacen lo que hacen y lo hacen muy bien. Entrantes como el carpaccio de morro de bacalao, delicioso, estival, con un poco de tomate natural y hierbas, o un foie gras a la sal de cosecha propia, que maridan con un vasito de moscatel, son ejemplos de su filosofía: la de dar de comer muy bien por un máximo de 30 euros. Els Ocellets puede ofrecer medias raciones, pero no es un sitio de tapas: es un señor restaurante donde proletarios, bohemios y empresarios se sientan a la mesa. Y donde a menudo rematan la jugada con medio kilo de costilla de Girona (19,90 €) o un arroz de montaña. "Utilizamos la misma carne y pescado en carta y menú", explican.

Pregunto si no es un problema tener como competencia, a 30 metros, a tu hermano. Responde sin hablar, Ferran Rodríguez, que entra de golpe y lo abraza. "Nada de competencia. Es como tener al lado de casa a un padre, un hermano mayor y un consultor", exclama. Cada uno tiene su clientela, pero cuando un parroquiano les pone los cuernos con el otro, suplica que mantengan el secreto.

Hay que probar...

El arroz negro

Con alcachofas y calamares, tiene las virtudes euforizantes que se le suponen, y no tiene nada que envidiarle a sitios con más reputación arrocera. Está en un menú donde, por 25 euros, incluye cava reserva y pica-pica de la casa.

La caña de verduras

Una berenjena muy tierna, preparada a temperatura muy baja, va rellena con berenjena, calabacín y mascarpone, y lleva una reducción de menta y Módena. Vegetarianos de autor, tomad nota.

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Los mejillones a la brasa

Un plato imprescindible de la casa: estos mejillones del Delta, muy limpios, se hacen a la brasa con solo un poco de sal, pimienta y aceite de oliva. Los sirven con mayonesa, alioli y romesco a parte.

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