En la memoria de los hermanos Martínez, Artur y Juanjo, el desaparecido bar de la familia en Terrassa, ocupado por el Capritx, probablemente el restaurante con estrella más pequeño del mundo. Esta es una crónica de 'hola' y 'adiós'. Hola a Barcelona y hola al Matís Bar, en el Col.legi d'Arquitectes, en espíritu, aquel bar de los Martínez, "un Manolo", dice ellos, en realidad, "un Martínez". Si en espíritu es un Manolo o un Martínez, en cuerpo es otra cosa: dan latigazos a los platos clásicos y un revolcón a lo popular. Un tapeo novedoso y atractivo, apartado de las escayolas que despachan algunos trileros.
Como otros de su especie, Artur evita todo suflé que no sea culinario: "No aspiramos más que a dar de comer bien, y a buen precio. Canalla, divertido y, para mí, terapéutico". Alto ahí, gurú ¿Terapéutico? No es palabra usual entre chefs. "Es un lugar relajado que me relaja. La decoración, por ejemplo. En las mesas hay conejitos. ¿Por qué? No hay ninguna razón". Los camareros llevan una gorra rematada por una hélice. El espacio es extraño: hace dos millones de años, Manel Martí lo convirtió en un rincón secreto y gurmet. Los Martínez lo encontraron cerrado, destartalado, lo han reformado, le han dado luz, alegría. ¡Amigos arquitectos, eminente colegiados, deben ustedes solucionar la sonoridad!
Juanjo, que se encarga de la sala, comienza la fiesta con una sangría de confianza, elaborada por ellos, nada de bebercio para turistas engañados. La carta de vinos merece lectura, con espacio para los naturales. Toco el blanco Cinclus, el tinto El Vincle y el ranci Etim. Pico 23 cosas y, para acortar, olvido aperitivos, embutidos y quesos (hay guiño familiar, la madre de los Martínez es cordobesa, así como las chacinas).
Me gustan el bombón de queso, la ensalada de tomate y bonito (descompensada de sal y de escaso bonito, curado en la casa) y los mejillones a la vinagreta. Me entusiasman el xatorejo (un romesco para comer al modo del salmorejo, salsa a cucharadas, conexión Córdoba-Terrassa), los espárragos blancos con miso y los piquillos rellenos de rabo de vacuno. En la cima, las albóndigas a la jardinera (todo colágeno, de las mejores que he comido), el rosbif de vaca con emulsión de piñones, el taco nórdico, el dashi de empedrat yel capipota con hierbabuena, necesario toque herbáceo y refrescante. La pelota de cocido suma blanduras y necesita picos. Entre los postres, el flan con nata. Soy fan, fan con nata.
Hola y adiós. Adiós a Terrassa: en el 2015 trasladarán Capritx (transformado en LAM, L'Artur Martínez); han traspasado La Picoteca y cerrado el Colmado 1917. Los Martínez, de mudanza.
Matís Bar representa una pequeña revolución en una Barcelona con los precios inflados, la excelencia a precio chistoso. Que haya cambios en la ciudad, y deprisa.