Carassa del carrer dels Mirallers
Eugènia GüellCarassa del carrer dels Mirallers
Eugènia Güell

Lugares terroríficos, secretos y misteriosos de Barcelona que no conoces

Barcelona esconde una realidad oculta (u olvidada) ante tus narices y que te desvelamos: magia, asesinados, esoterismo...

Ricard Martín
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Nuestra ruta urbana diaria nos es muy familiar, incluso aburrida. Pero el paso del tiempo tapa y esconde acumulaciones de muerte, magia y misterio. Y bajo las piedras y los ladrillos de la ciudad, se esconden historias que pueden ser de lo más terroríficas, pero también curiosas y divertidas. Son secretos que te hacen mirar la calle mil veces vista con ojos nuevos, si es que sabes donde mirar. Y si lo tuyo es el turismo de terror, aquí tienes una lista con los sitios más embrujados del mundo

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El Demonio vive en Gràcia

Estamos delante la Casa del Diablo. En el corazón de la Gracia gitana –la parte más solitaria del barrio–, reina esta majestuosa mansión modernista. El observador atento verá que cada puerta y ventana están custodiadas por una discreta pero malévola cabeza de demonio de piedra. Por no hablar de las misteriosas figuras demoníacas pintadas en la pared: si las miras fijamente, se te pondrán por corbata. ¡Seis en total! No es un capricho. El empresario Agustí Atzeries, en 1892 se estaba reformando su casa y a media obra se arruinó por culpa de una maldición gitana. Tan entusiasmado estaba, que dijo que se vendería el alma al demonio para poder terminarla. ¡Y le tocó la lotería! No se lo pensó dos veces a la hora de rendir homenaje al Adversario por medio de la casa. 

Hacia el 2012, un cartel anunciaba que se harían viviendas, pero nunca se supo nada. No sabemos si está poseída o no, pero después de una temporadita okupada, ahora tiene todo el aspecto de alojar apartamentos turísticos. No sabemos si triunfará el Mal o no, pero los jefes de demonio no se marcharán: el edificio, de Pons i Trabal, es patrimonio catalogado. ¡A mí no me pillan aquí, al anochecer!

Mossèn Cinto, exorcista

Poned los pies frente al número 7 de la calle Mirallers: en la cuarta planta, Mosén Cinto Verdaguer ejerció el sacramento del exorcismo, a finales del siglo XIX. ¿Cómo terminó así el confesor del Marqués de Comillas y uno de los poetas más populares de la historia de Cataluña? Un viaje a Tierra Santa agravó una crisis de fe. Y de regreso a Barcelona, entró en contacto con el alucinado Joaquim Pinyol, un místico carmelita que había establecido un piso de exorcismos en el Born, la Casa de Oración, en la que él y sus seguidores se dedicaban a la esforzada labor de expulsar al Adversario: una labor a la que Verdaguer se dedicó al cien por cien.

Bajo esta vocación había un subtexto social: la Casa de Exorcismos atendía al estamento más miserable de la sociedad barcelonesa, asediada por los (nuevos) falsos credos del socialismo, el anarquismo y el espiritismo. A Verdaguer se le acabó la broma cuando el obispado, se enteró de que exorcizaba sin licencia, y le relegó un par de años a un remoto santuario en el norte de Vic. Sea como fuere, Mirallers es uno de esos puntos lóbregos de Barcelona en los que nunca brilla el sol.

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  • Qué hacer
  • Sant Martí de Provençals

La iglesia del Sagrat Cor, en la zona más desértica de Sant Martí, tiene historia: construida a principios de 1900, constaba de templo, parroquia y un cementerio. En la Semana Trágica, el conjunto fue destruido por las revueltas ciudadanas. En 1926 la volvieron a erigir, pero la Guerra Civil la requemó de pies a cabeza. En su tercera vida, en 1943, anularon el cementerio con una cochera de buses. Dicen que por la noche, los muertos que se quedaron sin tierra consagrada, anulados por la capa de cemento del transporte municipal, se aparecían a los desprevenidos autobuseros. La cochera ya no existe, tampoco, pero la zona sigue dando yuyu, sobre todo de noche.  

  • Lugares de interés
  • El Gòtic

De acuerdo, tal vez esto no es muy secreto y sale en todas las guías, pero ... ¿Alguno de vosotros ha estado aquí? ¡Bajo el centro excursionista de Cataluña están los restos de un templo romano! Dentro de un patio medieval, se levantan tres columnas romanas, orgullosas. Son los restos de un templo romano dedicado al culto imperial de Augusto, en la colonia romana llamada Barcino que, con el paso del tiempo se convirtió en la ciudad donde, justo por encima de las columnas, te comes un bocadillo cojonudo (en el Conesa). El templo es más viejo que Dios (siglo I aC) y cayó y desapareció por el paso del tiempo. En el siglo XIX reapareció un pedazo, y Puig y Cadafalch hizo la reconstrucción.

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¡La monja bilocada vidente de Franco!

Ramona Llimargas Soler nació en Vic a finales del siglo XIX. Hoy está enterrada en Can Trilla (Gran de Gràcia, 117) una de las últimas masías de Gràcia, donde reside la pequeña comunidad de monjas Hermanas de Jesús Paciente. De Llimargas decían que tenía el don de la ubicuidad. Que un chófer que la llevaba en el asiento trasero llegaba al punto de destino con el coche vacío. Que había sido vista a la vez por Barcelona y en el despacho de Franco en Burgos, ya que se ve que el dictador consultaba a la monja de Vic antes de mover ficha.

Lo relata el cronista Xavier Theros en el libro 'Barcelona, secretos a la vista', donde también explica que la monja se dirigía al Caudillo en catalán de Osona, que el sátrapa del Ferrol descifraba con la pizca de gallego que hablaba.

La piedra de sacrificios

En Barcelona solo queda un monumento megalítico en pie: se encuentra en Collserola, en una curva del enlace de la carretera de Vallvidrera (km 7,5) con la de la Arrabassada. Tiene más de 2000 de antigüedad, y la única certeza sobre su existencia es que llegó allí por la mano del hombre. El gran misterio de la piedra son unos compartimentos cóncavos: algunas teorías dicen que eran para trampas para pájaros. Otras, más macabras, que esta fue una piedra de sacrificios rituales y los agujeros eran para depositar los órganos del sacrificado. Me quedo con la segunda: zamparse el bocata de dominguero sentado en un altar de sacrificios tiene su qué.

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  • Museos e instituciones
  • Historia
  • La Barceloneta

Ya se sabe que los funcionarios municipales con plaza fija suelen vivir muy bien. Pero a veces tienen problemas de encaje social. Era el caso del verdugo de Barcelona: nadie lo quería tener viviendo cerca de él, tampoco nadie quería alquilarle una casa. ¿Quién quiere tener tratos con el tipo que tal vez el próximo tendrá que darte matarile? Es por ello que el Consejo de Ciento le puso un pisito en la plaza del Rey separado del resto del mundo.

Con una ventaja y un inconveniente: tenía el trabajo a pie de calle –solo tenía que salir a la plaza, donde desollaba y colgaba a demanda– pero vivía en la casa más estrecha de Barcelona (aunque no creemos que tuviera muchas visitas). La casa del verdugo todavía se intuye en este retranqueo enclenque con puertecilla y ventana que forma parte del Museo de Historia de Barcelona.

Un altar armenio en Montjuïc

En un pedacito de césped de Montjuïc, en la avenida de
l'Estadi –justo detrás de los jardines de Joan Maragall– hay un extraño monolito sin anotación aparente. Es un 'jachkar', un altar armenio que el Ayuntamiento de Barcelona inauguró en 2009 y representa la amistad entre los pueblos catalanes y armenios. Pero no solo eso: en el genocidio de 1915 –no reconocido oficialmente por el estado español–, Turquía puso fin a la vida de un millón y medio de armenios. En todo el mundo hay cientos de 'jachkars' esparcidos que recuerdan este otro holocausto. Cada 1 de octubre, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Charles Aznavour, el altar se llena de velas y fotografías en honor del armenio más universal.

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El Arca de la Alianza de la Iglesia de Sant Just

¡El corazón del Gótico esconde una Arca de la Alianza como la de Indiana Jones! Pero no es milenaria ni tiene poderes destructores. La diseñó un joven Josep Vilaseca (1848-1910), mucho antes de que fuera el arquitecto del Arco de Triunfo. Al parecer, la iglesia de San Just se la encargó a un estudiante de arquitectura alrededor de 1880: por aquella época, las iglesias competían en altares espectaculares, con el objetivo de atraer más feligreses, claro. Fue descubierta por casualidad en 2016, oculta en una capilla de la segunda planta del edificio desde hacía casi un siglo: la escalera de acceso fue tapiada en 1923. 

Calle d'Estruc, magia negra y asesinatos

La Via Laietana es un decorado de cartón piedra –abierto desde hace tan poco como el 1924– que esconde, en sus aledaños, callejones cargados de tiempo, magia, piedra y muerte. A finales del siglo XV vivía en la calle de Estruch un mago, Astruc Sacanera. Esto lo sabemos porque el hipnólogo y estoterista Ricard Bru, en los años 80, hizo colocar dos placas explicativas al principio y al final de la calle.

La que hay en el número 2 dice esto: "A principios del siglo XV la gente llamaba esta calle Astruc Sacanera, o sea, del astrólogo o brujo Sacanera. Astruc es una hierba curativa y una palabra antigua aplicada a los astrólogos o brujos. Aquí se vendía la 'piedra viperina', poseedora de virtudes contra la rabia y las picaduras". El nombre de la calle está documentado desde el siglo XIV, y quiere decir 'astrum', suerte, y de él se derivan las palabras 'benastruc' y 'malastruc'. (afortunador y agorero en catalán).

¿Queréis más misterios? Cada número de la calle tiene una numeración paralela a la oficial con símbolos cabalísticos, y en el número 14 hay unos esgrafiados en la pared con calaveras y seres fantásticos. ¿Y aún más misterio? En 1909 hubo un asesinato horrible: en el entresuelo del número 30 vivían un hombre, una mujer y su hija de cuatro meses con un chico realquilado, Luis. Un día desaparecieron: cuando la policía entró, encontraron a toda la familia degollada y el cadáver de Luis con una nota de suicidio.

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¡Masonería en una iglesia!

No es ningún secreto que el Vaticano condena la pertenencia a las sociedades secretas masónicas desde el siglo XVIII, y considera incompatible profesar ambos credos. Bueno, pues en Barcelona, los masones le colaron al Vaticano un gol por toda la escuadra. Y nunca mejor dicho, porque en San Josep de la Muntanya –un monumental conjunto religioso neorrománico y modernista construido a finales del siglo XIX– encontraremos un pedazo de símbolo masón. Reina en el altar dedicado a la fundadora de la orden de San Josep una escuadra y un compás de mármol macizo, símbolos inequívoco de la masonería (algo que es como incrustar una hoz y un martillo en el Valle de Los Caídos). ¿Quién lo hizo? Seguramente fue Francisco Berenguer, colaborador habitual de Gaudí y que se encargó de la decoración interior.

¡El kung-fu de Barcelona!

Si tienes entre 40 y 50 años, seguro recordaréis como en EGB hubo una verdadera obsesión por intentar hacer kung-fu (los más perlas incluso se fabricaban 'nunchakus' caseros: gracias, Bruce Lee y David Carradine). Bueno, pues 200 años antes eso ya lo inventamos en Barcelona. El inmortal folclorista Joan Amades dejó escrito que, durante la invasión napoleónica, los chiquillos y aprendices de nuestra ciudad se las tenían con los soldados franceses a golpes de alpargata. Y es una disciplina marcial más peligrosa de lo que parece. O bien la blandían cuál honda por los cordones, o repartían latigazos, o bien la enrollaban y la utilizaban como un guante de boxeo de esparto. Era tanta la pasión por esta disciplina, que en la explanada que es ahora la calle Talleres se reunían grupos para entrenarse ... Y los artesanos incluso llegaron a fabricar alpargatas más duras para el combate. ¡Alpargata letal!

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  • El Gòtic

Durante muchos años, en los portales de los números 22 y 24 de la Rambla hubo cuatro agujeros en el mármol, causados por decenas de años de taconeo de prostitutas. Era la época en la que la parte baja de la rambla concentraba la prostitución de Barcelona, y los marineros de la sexta flota –y media Barcelona– subían y bajaban los portales con las marcas de los tacones. Hubo un debate vecinal sobre si había que retirarlos o no. Al final, los propietarios de los inmuebles –entre los que está la familia del restaurante Amaya– decidieron arrancar las dos placas de mármol. Y con la renovación del restaurante, en el 2016, las colgaron en la entrada del local como memoria histórica.

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